domingo, 28 de febrero de 2016

Liebster Award

http://liebsterawards.blogspot.com/p/reglas.html
¡Muchas gracias!

Una noche de trabajo como cualquier otra se vuelve extraordinaria cuando lees un comentario como el que me dejó Aida Ramos de "Instantes Imperfectos" en mi última entrada. ¡Me ha nominado para un Liebster Award! Me siento muy agradecida (por no decir sorprendida) al recibir esta nominación. Son pequeñas cosas que te motivan a seguir.

Así que ahora a responder mis respectivas preguntas:

1. ¿Tenéis algún sueño que deseéis cumplir por encima de todo?

Mi más grande sueño es, sin querer sonar cliché, escribir libros. Simple y sencillo, poder llegar a muchas personas con ellos. Si, adicionalmente, eso me ayuda a viajar, creo que me sentiría completa.

2. ¿Escribís por placer o esperáis que se convierta en una profesión algún día?

Quiero que sea una profesión pero me da tanto placer que no puedo elegir, sería una locura.

3. ¿Cuándo y por qué empezasteis en el mundo del blog?

Mi blog está creado desde el 2013, había comenzado a estudiar Letras y una amiga tenía un blog así que decidí crear el mío. Era más bien algo personal, no lo daba a conocer. Apenas el año pasado decidí rechazar todos mis miedos, publicar con más constancia y compartir lo que hago.

4. ¿Cómo os organizáis en vuestro día a día para escribir?

Soy una escritora desorganizada, lo admito. A veces solo surge una idea, la escribo, luego la reviso y la vuelvo a revisar. Reviso una vez más, por si acaso, le pido opinión a alguna persona de confianza. Luego de todo esto, publico. 

Y ahora los nominados son (redoble de tambores):


¡Los desafío a contar 5 cosas de ustedes! (En la imagen encontrarán las reglas)

viernes, 26 de febrero de 2016

Contemplar

Acaricié su cuello, como de costumbre cuando estaba pensando en algo. Hoy, sin embargo, ese gesto ocultaba más de lo que me atrevía a expresar antes. Un deseo no dicho que salía a la luz. ¡Cuán molesta me parecía esa inocencia que irradiaba su infantil rostro! Sabía la mentira que había detrás, lo que antes me parecía adorable ahora era un insulto. Un escupitajo en la cara me habría ofendido menos.

Intento mirar atrás para buscar el momento que nos trajo aquí. Después de tres años de relación, todo parecía ir viento en popa. Planes de boda, un piso compartido, el futuro era nuestro. Grave error el mío. Vivíamos una ilusión alimentada por las sonrisas, los constantes halagos y los besos. Nadie pudo adivinar que esto terminaría así. O quizás todos lo vieron venir menos yo.

¿En qué momento decidí que debía morir?

Cuando era pequeña tuve una vida bastante normal. La gente suele confundir lo normal con lo que está bien. Mi padre engañó a mi madre con cuanta mujer se le cruzó. Tras una veintena de años, y su única hija ya mayor, se cansaron de fingir. No notaron que la supuesta inocencia que trataban de conservar en mí había muerto hace mucho tiempo. Lo odié a él por traicionar tantas veces algo que debía ser sagrado. La odié a ella por llorar y dejar que siguiera haciéndolo.

Tuve varias relaciones en mi vida, más de las que cualquiera consideraría aceptable. Con nadie duré más de un par de meses. Problemas de confianza, decía mi psicólogo. Nadie vale la pena, le respondí yo. Si les daba un poco más de espacio, me engañarían o me dejarían. Es el fin inevitable a todas las relaciones.

¿Por qué imagino que mis manos cortan el aire que necesita para vivir?

Yo no sentí que nada fuera en serio, a nadie le dejé ver quien realmente era. No creía en el amor, ni todo lo que conllevaba. O así me mentí hasta que la conocí. Ya había salido con chicas antes, jamás me dejé poner una etiqueta. Ella era distinta, no me veía como un buen momento y ya. En cierto modo parecía una niña, aunque era un par de años mayor. Tal vez su sonrisa me dio esa impresión.

Solo después de dos meses saliendo me atreví a besarla, o algo así, tan solo fue un roce de labios. Temí haber interpretado mal las señales, temí estar apresurando las cosas, temí su rechazo. Pero si algo me daba mucho más miedo era, definitivamente, ser aceptada, un terreno completamente desconocido. Cuando decidí alejarme jaló tímidamente mi camisa y nos besamos de nuevo.

¿Su muerte borraría esa mueca casi irónica?

Teníamos 5 meses la primera vez que sentí me engañaba, me dijo que era mentira, que yo era la única. Le creí. A pesar de los mensajes que enviaba constantemente cuando aparentemente yo no la veía, aunque cada vez pasaba menos tiempo conmigo por excusas poco creíbles. Todavía me sentía en una relación de ensueño y descarté mis dudas con extrema facilidad. Volvimos a estar felices, sin nubes ensombreciendo. 

Al pasar el año me sorprendí, las cosas se pusieron más serias. Empezamos a hablar de a dónde queríamos llegar. O quizás sería más acertado decir que empecé a hablar del futuro. Solo ahora puedo notar el fastidio que le provocaba ese tema. Nos mudamos juntas, más por insistencia mía que por su interés. Me sentía bien, cómoda en nuestra rutina diaria. 

¿Acaso debía ser así nuestro fin?

La encontré en nuestra cama, junto a él. Era su mejor amigo, su compañero de la universidad. Al graduarse, siendo los mejores de su clase, encontraron trabajo en la misma empresa de publicidad. Al principio lo celé, tanto tiempo compartido y gustos en común eran intimidantes. Ella me convenció de lo contrario, nunca lo vería de una forma distinta a lo que era, su amigo. 

Argumentó pasar por una fase de experimentación, antes de mí nunca había estado con nadie, ni hombre ni mujer. Un par de copas en celebración de un gran contrato los había llevado hasta nuestro apartamento. Él se declaró y la besó, ella no pudo detenerlo. El alcohol nubló su visión, pero no le gustaba, en serio. Jamás podría hacerlo de nuevo. 

¿Dónde quedaron tus mentiras ahora?

Tantas noches esperé que se durmiera para poder llorar sin ser notada. Ella seguía siendo la misma de siempre, con su cara de ángel. Le pedí que parara de verlo y me trató como a una loca, no podía exigirle que dejara su trabajo. Pasaba poco tiempo en casa, solo para dormir. Yo era un accesorio más en su vida. 

Se hicieron más evidentes los continuos engaños. Casi ni se molestaba en excusarse y yo dejé de exigirle una excusa. Me conformaba con su supuesto amor hacia mí. Una noche mis compañeros de trabajo organizaron una fiesta, yo fui buscando distracción. Al llegar al piso ya ella había llegado, se molestó porque yo no le había notificado dónde estaba. Peleamos. Me sacó en cara que seguía teniendo relaciones con su “amigo” y con muchos más. Esa fue la gota que colmó el vaso. La llamé zorra. Mi mejilla quedó marcada por su cachetada. Estaba harta de todo eso, no pude soportarlo más. 

¿En quién me convertí?

Siempre me gustó su rostro infantil, inocente. Sobre todo cuando dormía, podía pasar mucho tiempo viéndola. Acaricié su cuello largo rato, pensando, recordando.

jueves, 18 de febrero de 2016

Un momento de reflexión: Diseñar, escribir, aportar


Todos tenemos talentos, estén ocultos o no. Esas pequeñas o grandes cosas para las que nacimos y somos realmente buenos. Para algunos es bailar, otros son como peces en el agua entre números, ¡hay personas que pueden subir una sola ceja! Escribió Kéllyta con envidia. Por insignificante que suene, la capacidad innata de hacer algo es digna de admirar. Cuando esta aptitud también es motivo de disfrute, tiene el potencial de convertirse en una pasión. Y si, adicionalmente, con ella podemos favorecernos, o mejor aún, beneficiar a alguien más, estos pequeños trucos que manejamos y disfrutamos se vuelven una oportunidad. 

Si me preguntas cuál es mi talento, mi pasión, mi oportunidad, sin querer sonar arrogante, diría que definitivamente es escribir. Es lo que más feliz me hace, con lo que me siento más cómoda, mi forma de expresarme por excelencia. Este es mi número uno por mucho. Sin embargo también tengo otros talentos, puedo hacer un chiste de casi cualquier situación, por ejemplo. Diseñar y tomar fotos es otra de mis pasiones. Mostrarle a los demás cómo veo el mundo, con imágenes o con letras, me hace sentir libre. Por distintas situaciones de la vida esto no lo puedo hacer tanto como me gustaría, aunque es algo que estoy estudiando, pero de vez en cuando le dedico mi tiempo. Si no hago más de lo que ya he hecho es porque siempre he tenido miedo al fracaso, pero ya de eso escribiré en otra oportunidad. 

Una profesora, en mi clase de Ciencia y tecnología, nos preguntó “¿Qué harán por Venezuela como diseñadores?” Como cosa rara mi mente fue más allá y me pregunté “¿Qué haré por el mundo?” Responder qué haré por la sociedad, en general, desde mi humilde lugar, primero significaría responderme lo siguiente: 

¿Qué necesita este país? 
¿Qué tengo yo para ofrecer? 
¿Cómo usaré lo que soy para ello? 

Muchos esquemas que antes eran seguidos se rompen, tanto para bien como para mal. Sin querer hablar de la situación en otros sitios me ubico acá, en mi país. ¿Venezuela está mal? ¿Necesita un cambio? ¿Requiere a alguien como yo? Solo faltaría salir a la calle y ver alrededor para saber que las primeras dos preguntas son afirmativas. Los valores más sencillos brillan por su ausencia. Respeto, tolerancia, amor. En mi camino me encuentro con mucha gente molesta, con miedo, sin esperanza, hay un poco de todo. Tantos culpables hace difícil señalar. Ya el daño está hecho y sabiendo quién lo hizo no lo arreglará, ya no. 

Siempre hay soluciones, aunque no las veamos. Muchas cosas se escapan de mi control, así como el de muchos, pero todos podemos aportar algo. No planeo dar soluciones políticas o económicas, de eso sé más bien poco. Yo como diseñadora, escritora, humanista, soñadora e idealista irreversible veo a los niños con ilusión. Sí, a riesgo de sonar cliché son ellos en quienes debemos depositar nuestra mayor esperanza. Pero no solo hablo de los niños estrictamente por su edad biológica, también incluyo a ese niño que llevamos dentro y con tanto esfuerzo suprimimos. 

Es casi nuestro deber educar y educarnos a no cometer más errores “adultos”, esos que surgen de creer saber todo. Aceptar que podemos errar y volver a levantarnos, conservar esa visión fresca tan típica de los primeros años. A ellos, los biológicamente infantes, darles herramientas para que el día de mañana, cuando tengan nuestro papel, no se dejen limitar con lo que otros digan que está bien o mal. Animarles a explorar, investigar y forjar un pensamiento crítico-creativo para solventar inconvenientes desde un ángulo no restringido. A nosotros, los niños de alma, ayudarnos recuperar todo eso que dejamos en nuestro afán de madurar, ver una caja y pensar que es el juguete más entretenido por su cantidad ilimitada de posibilidades. Aún no descubro al 100% cómo haré yo para que esto sea posible, pero aquí estoy, escribiendo. Quizás esta no sea la fórmula mágica que resuelva tanto caos pero, ¿quién sabe? 

¿Cuál es tu talento? ¿Lo usas a tu favor o el de alguien más?

miércoles, 17 de febrero de 2016

miércoles, 10 de febrero de 2016

Nubes en el cielo


Nuestras manos una sobre la otra, sin entrelazarlas, solo rozándonos, un pequeño recordatorio que decía: “estoy aquí”. Veíamos el cielo, en silencio, era algo que solíamos hacer mucho. Hay parejas que duran poco, tal vez porque hablan mucho sin decir nada. El entendimiento que teníamos cruzaba la barrera del sonido, a pesar de la falta de palabras sabíamos que pensábamos lo mismo. Por una parte había preocupación… ¿Y ahora qué? Pero otra simplemente se sentía en paz, al fin habíamos dado ese paso que nos separaba y el resto parecía insignificante.

Por lo general buscábamos formas en las nubes, como niños. Íbamos de las más normales, como un conejo, hasta las extravagantes, como un ejército de alienígenas en forma de vacas-pulpo de dos cabezas. Se volvía una competencia por encontrar la mejor. Quien ganaba recibía un chocolate del perdedor. Era una de esas cosas que compartíamos en secreto, nuestro ritual especial.  

-          Ese parece un perro haciendo malabares sobre un avión.

-          ¡Vamos! ¿Eso es lo mejor que tienes? Allá está el rayo de Zeus impactando sobre los troyanos.

Nunca entendí su amor por la mitología griega, así como mi fascinación por el mágico mundo de Harry Potter le parecía inexplicable. Cada vez que una película nueva de la saga salía, le invitaba. Siempre se quejaba de tener que sufrir esa tortura de nuevo, así como de mis quejas por la diferencia con los libros. Por mi parte yo era su acompañante en cada estreno de Percy Jackson, Furia de titanes o cualquier otro título que tuviera, por lo menos, algo que ver con mitología. Pacientemente le escuché despotricar acerca de lo que “ellos” (refiriéndose a Hollywood, obviamente) hacían contra los clásicos con sus adaptaciones raras. Jamás ninguno rechazó la oferta del otro.

-          ¡Basta! Gané y lo sabes.

-          Hoy me siento de buenas y lo dejaré pasar, pero mi rayo le ganó a tu perro malabarista. Por mucho.

-          Me debes mi premio.

-          Tienes suerte, hoy traje algo. Cierra los ojos.

-          No me digas que conseguiste chocolate amargo, es mi favorito.

-          Cierra los ojos, anda.


Todo parecía tan irreal y a la vez se sentía sumamente natural. Como si ese beso que había recibido de su parte fuese algo que hiciéramos de forma regular. ¿En verdad este tipo de cosas pasaban? Me sentía parte de una película cliché romántica. Ahora que lo pienso, pude recordar los nervios que noté cuando me pidió que cerrara mis párpados, un ligero titubeo. Y eso del rayo en las nubes ya lo había usado en otro juego, me había dejado ganar, algo que nunca permitíamos.

-          ¡Mira! ¡Hay un cerdito con cola de castor!

Su voz rompió el silencio, aunque temblorosa, no me pareció la de una persona extraña. Solo se sentía como una invitación, una pregunta suspendida en el aire.

-          No consigo nada, creo que has ganado.

El segundo beso lo inicié yo.

lunes, 8 de febrero de 2016

Carta para quien fue todo

En estos días andaba pensando en ti... Nada en concreto, solo vi tu nombre en mis contactos y me pregunté cómo estarías. No sé porqué no te pregunté. Miento, tengo un par de teorías que comienzan con el miedo. Me daba terror escribir e idiotamente esperar una respuesta que no llegaría, tú nunca deseaste hablar de nuevo. Me congelé de pánico al pensar que te molestaría la presencia de mi mensaje en tu buzón. ¿Y si la nostalgia era un sentimiento que no compartíamos? 

¿No te ha pasado? Compartías mucho con una persona, hablaban a diario, por horas, de todo. Desde esa cosa graciosa, y estúpida, que les sacó una sonrisa en la calle hasta corazones rotos y sueños sin cumplir. Risas, llantos, molestias, no había límites. Un día los temas de conversación empezaron a agotarse, un "Hola, ¿cómo estás?" Era seguido de "Bien, ¿y tú?" La conversación oficialmente era dada por muerta con ese “Bien” que no daba para más.  

Hora de defunción: 9.32 pm. 

Cada uno se retiró lentamente en un eterno minuto de silencio. ¿Recuerdas cómo eran las 5 am y no queríamos dejar nuestras computadoras, teléfonos, palomas mensajeras o señales de humo? Luchamos por ser el último en dormir.  

Después de tantas conversaciones muertas, alguno de los dos, o ambos, dejó de intentarlo. Uno y otro se sienten dejados de lado, ignorados, ya no quieren molestarse mutuamente. Los mensajes se hicieron más escasos hasta agotarse. Eventualmente se convirtieron en extraños, un “amigo” más en Facebook y un contacto más en Whatsapp. Quizás el amor, de amistad o de pareja, sí corre peligro de extinción desde el minuto que es declarado. O tal vez no fuimos lo que creímos ser.

Hoy andaba pensando en ti... Nada en concreto, solo vi tu nombre en mis contactos y me pregunté cómo estarías.

¿Cómo estás? ¿Cómo va tu vida? ¿Eres feliz? ¿Amas a alguien? ¿Alguien te ama a ti? 

¿Sigues trabajando en el mismo lugar que estabas la última vez que hablamos? 

¿Has cumplido esos sueños que me contaste?

Opciones > Seleccionar todo > Cortar

martes, 2 de febrero de 2016

Yo nunca nunca... He tomado clases de baile (Tag)

Desde que tengo uso de razón mi madre, licenciada en Educación, aplicó cuanta teoría del aprendizaje pasaba por sus manos en nosotros, sus hijos. No sé cuánto habrá afectado esto en quien soy ahora pero algo tuvo que ver, en definitiva. Una de las propuestas que más agradaban a mi mamá eran las inteligencias múltiples, de Howard Gardner. En pocas palabras, es un modelo que define al humano con un conjunto de inteligencias que se activan según el problema que se le presente en vez de algo individual y “rígido”. Una consecuencia de esto fue que, para hacernos más integrales, si se nos detectaba alguna inteligencia, rápidamente se buscaba la manera de alentarnos a desarrollarla.

Afortunadamente, me parece, mi madre decidió que si mostrábamos interés en alguna actividad extracurricular nos inscribía o animaba a realizarla (incluso de forma autodidacta). De forma personal puedo decir que gracias a esto yo he: pintado y dibujado; practicado deportes como fútbol y taekwondo; aprendido inglés y un poco de francés e italiano (por lo menos sé saludar); manejado programas de diseño; participado en programas de radio; toqué guitarra y participé en el coro de mi colegio; entre otras cosas que quizás no me vienen ahora a la mente. Nunca me vi obligada a hacer nada y en cuanto deseaba dejarlo, podía hacerlo libremente. 

Jamás mostré verdadero interés por las cosas “típicas” de chicas. Los tacones y ropa súper femenina no son lo mío, a cambio en mi vida diaria amo usar zapatos cómodos y jeans. El maquillaje, ese amigo de tantas mujeres, lo uso solo en ocasiones importantes. Si ven a mi madre, entaconada y maquillada hasta para ir al supermercado, podrían entender que esto significara una decepción. Si lo fue, no lo demostró. Aparte de un par de bromas, jamás me ha despreciado por la forma como soy. 

Lamentablemente (cabe acotar que lo digo sin ser totalmente seria), en su deseo de respetar mi independencia en lo que decidía hacer o ser, terminé con el título de esta entrada. Nunca he tomado clases de ballet o cualquier tipo de danza. Como a los 5 años participé en una presentación de tambores del preescolar, a los 7 en un concurso de salsa del colegio. Y ya, fin de mi incursión en el mundo del baile. Teniendo 21 años no es tarde para hacerlo, lo sé, pero quizás hubiese deseado que me obligaran a hacerlo más joven (cuando levantarme de la cama no significaba una odisea). Con lo pésimo que bailo estoy segura que muchos estarían agradecidos.

Después de eso, Kéllyta dejó de intentarlo
Ahora le toca a ellos decir su "Nunca, nunca":
http://ricksethblog.x10.mx/tag-yo-nunca-nunca-he-aprendido-a-bailar/http://katiuskaysumundo.blogspot.com/2016/02/yo-nunca-nunca.html