miércoles, 30 de diciembre de 2015

Llyta



I
Desconocidas

En un parque no muy lejano, de grandes y verdes árboles, una niña rondaba. Su cabello rizado despeinado y el sudor bañando su rostro moreno. Parecía buscar algo. Se topó con una mujer que no parecía mucho mayor de 30 años. Tenía una expresión tranquila, como si supiera que estaba en el lugar correcto. Por sus rizos y su color, parecía familia de la menor.

- Hola - me saludó con una sonrisa llena de ilusiones y su mirada desbordando sueños - creo que me perdí.
- Tranquila niña, no lo estás, yo te llevaré a casa.
- Pero eres una extraña, no debo ir contigo a ningún lado, - se cruzó de brazos sacando puchero - mejor me quedo aquí. Mi mami me contó que una vez mi papi me olvidó en casa de mis abuelos pero se acordó y regresó por mí.
Se me escapó una sonrisa escuchando como hablaba.
- Está bien que seas precavida, así te mantienes segura. ¿Te puedo acompañar mientras esperas?
Me miró un momento evaluando mi nivel de amenaza y finalmente se encogió de hombros.
- Ok, pero no te acerques o grito.
Me senté en un banco dejando su espacio, no quería ahuyentarla. Se sentó a mi lado con bastante distancia pero al ver pasar un señor se acercó más buscando protección, algo debía ver en mí que le generó confianza.
- ¿Puedo saber tu nombre, pequeña? Es raro llamarte niña.
- No lo vas a saber decir. Me llamo Kéllyta, con K, doble L, acento en la E y con... Eh... I gragea - culminó inflando el pecho orgullosa de su hazaña.
- ¿Kéllyta? ¿Segura que no es I griega?
- Ya te pareces a mi mamá. Eso, I gragea.
Me reí y me fulminó con la vista, con obvia molestia.
- Por lo menos lo pronunciaste bien.
- Es que me resulta familiar, mucho.
- ¿En serio? Creí que era la única con ese nombre.
- Resulta que no, yo también me llamo así, es más, ¿te puedo contar un secreto?
A pesar de su desconfianza se acercó dejándose llevar por su infantil curiosidad.
- Yo... Um... No sé si contarte, quizás no me creas o peor, podrías decirle a alguien.
- No, no, yo soy buena con los secretos. Prometo no decir nada.
- ¿Lo prometerías por la garrita?
Pensó un momento antes de verme determinada con el meñique en alto.
- Las promesas de garrita son sagradas.
Entrelacé nuestros meñiques con una sonrisa.
- Bueno, mi secreto es que yo soy tú, pero una versión del futuro. 

II
Impossibilia

 Me examinó, sus ojos con desconfianza y su sonrisa con gracia.
- ¿Vienes del futuro? Eso no es posible.
- ¿Cómo estoy aquí entonces? Vengo de 20 años en el futuro para ser exactos.
- ¿20? - comenzó a contar con sus deditos y al terminar me mostró ambas manos - Eso es más que esto, ¿verdad?
Levanté mis manos extendiendo los dedos, mostrándole cuánto le faltaba.
- Es mucho más del doble de tu edad, Kéllyta. Ha pasado mucho tiempo desde que tenía tu tamaño.
Jugó con los pies, su expresión pensativa.
 - Señora... Disculpe... - se mordió el labio indecisa de continuar - Creo que se ha equivocado. Usted no puede ser yo.
- ¿Por qué lo crees?
- Es que usted no luce como modelo, y yo de grande seré una de las mejores.
Intenté ocultar mi sonrisa triste revolviendo sus rulos.
- Lo sé, ¿tan fea crees que soy?
Se sonrojó con culpabilidad - no, ¡para nada! Es solo que en la televisión las modelos son así altas y delgaditas - se paró de puntas mientras decía esto para luego agarrar un mechón de pelo - su cabello es largo, largo... Son hermosas. No como yo... - esto último lo dijo tan bajito que casi no la escucho - Es por eso que cuando crezca quiero ser como ellas.
Apreté mis manos en puños, recordando todas las veces que me dije eso, insatisfecha con la imagen que me devolvía el espejo.
- Eres mucho más bella que todas esas flacuchas, una niña muy linda.
- Gracias señora, perdón por decir que no parece modelo. Usted sí es bonita, y sí nos parecemos, pero me imagino diferente.
- ¿Recuerdas esas veces en las que te provoca algo de comer, en la foto se ve muy rico y cuando lo consigues te das cuenta que ni se ve igual ni sabe como esperabas?
Intenté expresarme con palabras simples pero igual se notó el esfuerzo en su rostro para entenderme.
- No todo es lo que parece, ¿verdad?
En parte sorprendida por esa respuesta, asentí en silencio.
- Exacto, y con la belleza pasa igual. Lo que ves en televisión o revistas no representa la realidad, como las muñecas, no se parecen a la mayoría de las mujeres de carne y hueso.
- ¡Odio las muñecas! - exclamó en un repentino berrinche - Son aburridas y feas y no me caen bien y no las quiero. ¿Por qué sonríen tanto? ¿Y por qué debajo del vestido no tienen nada, como yo o mi mami?
- No repitas tantas veces “y”, la forma correcta es "como mi mami o yo". - corregí - No sé porqué son así, a mí tampoco me gustan, incluso ahora - me quedé un momento reflexiva - ¿Ya crees que somos la misma persona?
Se levantó quedando frente a mí y acarició mi mejilla, luego pasó sus dedos por mi cabello con su rostro serio.
- ¿Eres doctora? Te ves muy joven para serlo.
- No, no lo soy, ni quiero serlo, la sangre me marea. Y por si te lo preguntas, no seré presidenta tampoco - a pesar del dolor que me causó su expresión de decepción, le mantuve la vista firmemente - Sé que no soy quien sueñas ser, quien soñé ser, pero la vida trae muchos cambios.
- No quiero crecer entonces si voy a ser tú - se apartó sentándose nuevamente lejos, como si de esa forma me volviera menos real - eres muy aburrida y no me gustas - concluyó tajante.
Nos quedamos en silencio, ella molesta, yo incómoda. ¿Cómo podía convencerla de algo que a mí me costaba creer? ¿Hacerle desear un futuro brillante que yo no sentía de esa forma? Por un momento la envidié, con tantos sueños. Quería enorgullecerla y no sabía cómo. 

III
Perderse

- ¡Ya sé! - Soltó sorprendiéndome con su repentina emoción - Eres una pesadilla, por eso mi mami no ha llegado y tú estás aquí. Solo debo despertar y ya.
La observé cerrar sus ojos con fuerza para luego abrirlos, cuando eso no funcionó se pellizcó provocando un quejido de dolor por su parte.
- Kéllyta, basta, te haces daño. No soy una pesadilla. Sé que estás muy pequeña y no puedes entender del todo, algunos sueños no se cumplen porque no son para ti, a veces cambian para algo mejor.
Un sollozo interrumpió mi discurso. Me reprendí mentalmente por ser tan brusca. A pesar de, técnicamente, estar hablando conmigo misma, seguía siendo solo una versión infantil.
Me acerqué para abrazarla, en silencio. Acaricié su cabello hasta sentir que se calmaba.
- ¿Todo bien, llyta bonita? - susurré usando el apodo que me sacó una sonrisa incluso en los momentos malos.
- ¿Qué puede ser mejor que una modelo/doctora/presidenta? - cuestionó con sus ojos húmedos.
- ¿Una modelo/doctora/presidenta/astronauta?
Se rió y por inercia también lo hice. Su risa fue como una melodía contagiosa.
- ¿Son muchas cosas juntas, verdad?
- Sí, Kéllyta, aunque alguien que realmente lo desee puede lograrlo. Yo fui creciendo y en el camino entendí que algunas simplemente no eran lo mío, así que deje de quererlo. Tengo una idea. ¿Qué te parece si te cuento lo que yo hago y decidimos si es más divertido? Si no te gusta solo debes evitarlo.
Limpiando el último rastro de lágrimas de su cara, asintió.
- Creo que no tengo alternativas, estando atrapada aquí, suena más entretenido que quedarme sentada en silencio.
Sin quitar el brazo que rodeaba sus hombros pensé en la mejor manera de narrar parte de lo que hacía, intentando que fuera dinámico.

III
Conocimiento

- ¿Ya empezaron a enseñarte a leer verdad?
- Sé las vocales, son a-e-i-o-u. Hay otras cosas que me enseñaron mami y el preescolar. Era muy aburrido y espero el colegio sea más divertido, ¡ya casi empiezo!
- Será más entretenido, todo tiene su lado bueno y su lado malo. - suspiré recordando sobre todo las cosas malas - Siempre intenta ser la mejor, pero no te presiones, sigue viéndolo como un juego.
- Mientras no me obliguen a tomar la siesta, ya soy feliz - comentó con fastidio en su voz.
- No, nada de siestas. - aseguré - En un par de años, cuando ya leas muy bien, conocerás un libro que te hará amar la lectura. Mi sueño ahora es ser una gran escritora, para hacer obras que los demás amen leer, niños o adultos.
- ¿Escritora? ¿Cómo esos que hacen libros grandes de las bibliotecas? - preguntó con curiosidad - Pero mi mano se cansa cuando dibujo mucho tiempo, ¿cómo escribiré tanto?
Me levanté y le hice una seña para que me siguiera hasta una fuente cercana, era un parque muy bonito ese en el que estábamos.
- ¿Qué te parece esta escultura? El caballo es uno de mis animales favoritos.
La observó, admirando primero el líquido que fluía, tal vez pensando en jugar con ella. Luego la figura de piedra atrajo su atención, era un jinete que parecía cabalgar sobre un caballo sumamente realista.
- Es hermoso, yo nunca podría hacer algo así.
- ¡Todo lo contrario! Puedes hacer todo lo que te propongas. Pero siempre conllevará cierto esfuerzo si quieres que quede bien. La persona que hizo esto muchas veces se cansó, quizás deseaba renunciar, pero si lo hubiese hecho no podríamos contemplarla. Al final debió sentir mucha felicidad de construir esto para que todos lo disfrutemos.
- ¿Te hace feliz lo que escribes?
- A veces no, me parece que le falta algo y deseo botarlo. Otras veces me gusta tanto que quiero mostrarlo a todos. Aunque no siempre me agrada, no dejo de escribir, ¿quieres saber por qué?
- ¿Porque nunca te cansas?
Me reí y comencé a caminar llevándome la sorpresa que la pequeña tomó mi mano para seguirme.
- Creí que ya había quedado claro eso.
- Ya sé, sí te cansas, solo bromeaba. Hay cosas por las que vale la pena luchar.
- Buena niña, así es. Cuando escribo, todo lo que imagino es real. No solo para mí sino para todo el que lea. Si te leen un cuento, empiezas a imaginar los personajes y paisajes, como una película. Quiero lograr eso.
Me soltó para dar vueltas, detallando las cosas a nuestro alrededor.
- Cierra los ojos - ordenó y yo obedecí con una sonrisa - dime qué tal lo hago: “El caballo se movió, como si tuviera vida. Saltó fuera de la fuente llevando consigo a su valiente caballero”. ¿Lo imaginaste?
- Casi puedo escucharlo relinchar mientras galopa.
- ¿Qué es eso? ¿Relinchar, galopa?
- Te toca cerrar a ti los ojos.
Cumplió la orden y la tomé para cargarla en mi espalda.
- ¡Hey! ¿Qué haces?
- Relinchar - dije y comencé a hacer el típico sonido equino - y galopar - corriendo imité el sonido de los cascos. Escuché con gusto las risas que le arrancaba a mi joven versión. A veces se puede olvidar lo divertido que es reírse sin preocupaciones.
- Soo caballito - me dijo elevando su “poderosa” voz de mando.
La llevé de nuevo al banco, cansadas las dos, yo mucho más, la edad ya me estaba pasando factura.
- Está bien, lo admito, no eres tan aburrida como creí.
- Ni tú tan llorona como pensé. - bromee sacándole la lengua, ganándome un golpe en el brazo - Llorar está bien, nunca te reprimas, sentir es una prueba de nuestra existencia. Además, no le cuentes a nadie pero de vez en cuando lloro con películas de comiquitas.
- ¡Já! Después la llorona soy yo. ¡Bebita, bebita!
- Ay, qué mala eres. - un poco nerviosa me mordisquee el labio - ¿Te gusta entonces ese pedacito de mundo que te espera?
- ¿Pedacito? ¿Hay más? ¡Cuéntame! ¡Sí me gustó!
- ¿Creíste que renunciaría a hacer más cosas? No nos conoces bien entonces, eso sería aburrido. Pero no te contaré más. Solo te adelanto lo siguiente: me gusta capturar imágenes y también crearlas.
- ¿Cómo es eso? Dime, por favor.
- No, no, debes descubrirlo tú solita. Ten paciencia. Y no tenemos más tiempo, ya tengo que despedirme.
Sentí sus brazos rodearme con fuerza, el llanto precipitándose sin control.

IV
Encontrarse

- No quiero que te vayas, sigue contándome lo que pasará con nosotras después - habló rápido entre sollozos y mis ojos se nublaron.
-Lo más importante que debes saber, llyta, es que hoy y siempre debes ser feliz - por primera vez sentí la realidad de hablar no con una niña sino conmigo - sin importar lo que quieras ser mañana, debes recordar lo especial que hay en ti, la perfección no existe pero tú estás más que bien como eres - sin querer había comenzado a llorar- sé feliz tú primero y eso se transmitirá a los demás.
- Gracias, Kéllyta, lo haré - era la primera vez que me llamaba por nuestro nombre- de grande quiero ser como tú.
- Cuídate. Recuerda que es Kéllyta, con K, doble L, acento en la E y con I griega.
- ¡Ok! I gragea.
Caminé manteniendo cierta distancia sin poder evitar reír. Un minuto después llegó una mujer que reconocí como mi madre con un par de años menos.
- ¡Aquí estás! ¿Qué te dije de correr lejos? ¿Te pasó algo?
- No, mami, me estuve cuidando bien.
Sonreí una vez más con un nudo en la garganta. No recordaría ese encuentro, lo sabía por experiencia propia, pero esperaba mis palabras la ayudaran en los próximos años. Al final, yo necesité más esa reunión que ella, para rememorar las palabras que una vez me dije y hoy revivía.
- Sé feliz, así como eres. - dije en voz alta - Si ella quiere ser yo, ¿por qué yo querría ser diferente?

La niña siguió corriendo, esta vez de la mano de su mamá, quien controlaba que no se escapara de nuevo. Ya su mente empezaba a olvidar lo que acababa de pasar pero por una extraña razón se sentía muy feliz, sabía que todo iría bien.

3 comentarios:

  1. Que manera tan creativa e imaginativa de relatar mementos de la infancia elazando el futuro
    Lic. Élita S-J

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