martes, 15 de diciembre de 2015

Capuchino300X



- No puedo dormir.
- ¿Quieres un cuento? Puedes estar tú con animalitos
- ¡Sí!

Hubo una vez, hace no mucho tiempo, cuando las cosas eran más simples y las fantasías podían volverse realidad, fue en ese momento que una chica aparentemente común con un secreto extraordinario tuvo esta maravillosa aventura. Todo comenzó de esta manera, o por lo menos eso dicen los que conocen su historia. Nadie está seguro de dónde ocurrió exactamente, algunos dicen que fue en el zoológico ese que solía ser tan popular mientras otros sostienen que el circo había pasado por la ciudad. En lo que todos concordaba, pero ninguno admitía, es que si querías conocer animales pésimamente tratados era allí donde debías ir.
Ese día todo parecía ir normal, muchas visitas y el dinero fluyendo con velocidad, ¿qué más se podía pedir? Los fines de semana hacían muy felices a los dueños del zoológico (o circo, depende de quién te lo cuente). Lo que ellos no sabían era que entre esos visitantes había una chica, Sophia su nombre, que veía más allá de las risas y la diversión. Caminaba entre los animales dolida con esa devastadora visión. No muchos saben los cuidados que necesita cada especie y definitivamente un veterinario ético no se encontraba en la lista de contratados. Animales grandes con poco espacio, alimentación nada balanceada, insuficiente agua. Era una tortura por la que muchos pagaban para ver sonrientes.
Esta no era la primera vez que tenía que “disfrutar” del espectáculo, pero sí era la última. Finalmente su plan estaba listo y esa noche lo pondría en práctica. Tenía todo lo que necesitaba en el bolso, los supuestos guardias no desconfiaron de ella, sólo debía asegurarse de permanecer bajo perfil, sin atraer más miradas de las deseadas. No hacía esto por reconocimiento, era algo más grande que ella. Siguió caminando, esperando, quería tener una forma de comunicarle a los animalitos que ya el fin estaba cerca.

- ¿Y cómo lo logro?
- Ten paciencia.

Cuando ya faltaba poco para la hora del cierre, entró al baño. Sus continuas visitas le habían enseñado que los baños sólo se limpiaban dos días a la semana y ese no era uno de ellos. Transcurrió una larga media hora antes de saber que ya era el momento, todos debían estar fuera. Su primera tarea era sencilla, conseguir evidencia. Sacó una cámara con la que se dedicó a tomar fotos y videos. Llamar deplorable a la forma de descansar de esos pobres seres era un eufemismo. La gente tenía que saber la verdad, o mejor dicho debían verla en crudo, para que no pudiera ser ignorada, sólo con el entendimiento el propósito se vería realizado.
Mientras tomaba las pruebas que necesitaba, se acercó a la jaula de los monos (que parecía más bien una jaula de pájaros). Tomó una foto cuando una voz repentina la sorprendió.
- Pudiste avisar, generalmente intento posar.
Viendo a todos lados su corazón comenzó a latir con mucha fuerza.
- ¿Hola? ¿Quién está allí?
- Perdón, eso fue inesperado. Hola, mi nombre es Chimp.
Un pequeño mono capuchino se posó en la barra de su poco apto hogar, justo frente a la chica viéndola a los ojos.
- ¿Qué clase de broma es esta? No me parece nada gracioso.
Lo primero que pensó fue que, a pesar de sus precauciones, la gente del circo (algunos dicen zoológico) se había dado cuenta de su estrategia y buscaban asustarla a cambio. Sí, probablemente eso era, la alternativa era impensable.
- No soy ninguna broma, a menos que consideres gracioso que me llamaran Chimp cuando es obvio que no soy un chimpancé.
A pesar de su desconfianza, no pudo evitar sonreír, nunca se le ocurrió estar hablando con un mono de ese tamaño y que adicionalmente fuese tan sarcástico.
- Quizás debieron llamarte Latte, queda mejor con tu raza, y con tu personalidad.
- Sabía que no me equivocaba contigo, tu cerebro es más interesante que el de muchos humanos que pasan por acá. Todos hablando de lo tierno que soy o lanzando dulces.
- ¿Se supone que debo creerme que eres un mono que habla? Quizás seas una nueva atracción, un robot o algo así.
- Claro, Capuchino300X, ¿no? Suena más lógico.

- Creo que el cuento ha funcionado.
- No me he dormido, no podemos dejar a los animales así, si ellos no duermen tú tampoco, sigue.
- Ok, ok.

- Capuchino300X, próximamente en su juguetería más cercana. Yo creo que serás un éxito entre los niños, ¡eres tan tierno! – Dijo burlonamente Sophia.
- Me retracto de lo que dije, sí me equivoqué contigo. ¿Se puede saber por qué nos tomas fotos? ¿O por qué visitas tanto este lugar cuando claramente no te gusta?
- Estoy en una misión, Latte, voy a ayudarlos.
La miró con comprensión mientras ella se preguntaba por qué le contaba eso a un posible robot espía. El simio lucía agradable, su intuición le decía que estaba de su lado, esperaba no equivocarse.
- ¿Sabías que cada cierto tiempo hacen una ronda los vigilantes? Uno de ellos está por venir, deberías ocultarte.
- ¿Qué? ¿En serio?
Un haz de luz a su espalda le confirmó que las palabras del pequeño eran ciertas, corrió a cubrirse detrás de una cartelera informativa. Después de ver la espalda del guardia y asegurarse que no regresaría, salió.
- Creo que me acabas de salvar el pellejo, muchas gracias.
- Me causa curiosidad tu misión, pero creo que tienes muchos puntos ciegos que sólo alguien interno te puede iluminar.
- No mucha gente está dispuesta a arriesgar su trabajo si no hay dinero de por medio.
- Yo puedo ofrecerme, si quieres. El dinero no me sirve de mucho. Las tiendas tienen esta extraña política de aceptar únicamente compras realizadas por humanos. Intentar explicarles que somos parientes no es fácil.
- Te puedo ofrecer bananas, sé que son las favoritas de ustedes.
- Por muy tentador que suene, debo rechazarlo, pero gracias. Al final de todo, quiero mi libertad, yo decido a dónde irme.
Pensó un momento, el mono tenía razón, con alguien manejando esos detalles no públicos su cometido tenía mucha más esperanza.
- Está bien, es un trato.
Eso fue todo lo que necesitó para actuar, con un movimiento veloz de su parte la jaula estaba abierta y el capuchino cómodamente instalado en el hombro de la joven.
- Pensándolo bien, ahorita me vendría bien una de esas bananas que comentaste. Puedo oler que llevas unas en tu mochila, ¿qué te parece si me vas contando los detalles del plan mientras yo como?
Sin esperar respuesta sacó un fruto del bolso y comió con gusto.
- ¿Hambre? Básicamente sacaré a todos de aquí, documentaré cómo son tratados para dar a conocer la crueldad que sufren.
- ¿Cómo nos vas a liberar, forzando una a una cada jaula? ¿Después todos a correr libres como el viento?
- Las jaulas sí, correr no. Tengo un par de amigos que nos esperan en la cerca del fondo. De allí los van a transportar a un lugar donde estén seguros y cómodos.
Mientras hablaban de esto, ella iba tomando fotos. Un pingüino de aspecto triste los miró, suplicante, el frío de ese lugar no se acercaba ni un poco al que exigía un animal de esa índole.
- ¿Y si te digo que podemos conseguir las llaves de todo el lugar? Toma este cruce a la izquierda, ahí viene un guardia.
Siguiendo sus instrucciones, llegaron a la cabaña principal sin toparse con ningún contratiempo.
- Aquí están las copias de las llaves maestras, el otro manojo lo carga el jefe de seguridad. Si te quedas acá yo puedo entrar a buscarlas. Aprovechemos mi tamaño compacto.
- Yo vigilo, tú entras, vale. Queda una hora hasta que debamos llegar con todos al punto de encuentro.
El mono logró su entrada mientras Sophia miraba, expectante. Una luz se encendió en otro cuarto haciendo que mordiera su labio. ¿Y si lo descubrían? Eso no arruinaba el plan original pero ya le empezaba a agradar el mini robot. Pasaron 10 minutos, luego 15. Si esperaba más pondría en riesgo todo, debía seguir.
- Recuérdame no volver a hacer eso justo cuando es la hora de la merienda. Con el hambre que nos hacen pasar, ellos se mantienen muy bien alimentados.
- Uff, Latte, me tenías con el corazón en la garganta, creí que no vendrías.
- No puedo dejarte sola, pequeña. Vamos que ya tengo las llaves.
Poco a poco fueron abriendo las jaulas de los animales, sin liberarlos aún. En total eran una docena y debían salir todos juntos.
- Oye, ¿cómo puedo llamarte? Ya casi terminamos y no me has dicho. ¿Ya te convenciste de mi lealtad? No soy un robot espía, lo prometo.
Se rió divertida con su correcta suposición.
- Me llamo Sophia, puedes decirme S.
- Mucho gusto, S. ¿Ahora cómo llevarás a todos los animales hasta la cerca sin que los guardias se den cuenta?
- Esa parte del plan no estaba del todo pulida, ¿correr y cruzar los dedos?
Al terminar de abrir todos los candados sacó un silbato de su morral, con él atraería a los animales.
- ¿Estás listo?
- Siempre, buena suerte S, necesito que confíes en mí. Dame 10 minutos antes de empezar a correr.
- ¿Cómo?
- Sólo hazme caso, 10 minutos a partir de ahora. Por si acaso, fue un placer conocerte.
Salió disparado del hombro de la chica, corriendo ágilmente con sus cuatro patas. Ruidos de persecución interrumpieron la quietud pasados unos minutos, el capuchino había decidido resolver el problema de los vigilantes. Cuando la bulla se alejó, Sophia sonó el silbato, los animales la siguieron mientras corría hacia la cerca. La distracción del mono había funcionado y nadie se interpuso entre ella y los camiones que la esperaban.
- Hola, Juan – respiró hondo, recuperando el aliento – lo logramos.
El chico que la esperaba, un veterinario en formación, estaba asociado a una red de protectores de animales. Juntos organizaron toda esa aventura con el amor por los animales como principal motor.
- Todo gracias a ti, los animales están a salvo, ¿tienes las fotos?
- Acá están – dijo entregando las memorias.
- ¿Nos vamos ya?
Sophia miró hacia el lugar de su reciente aventura, renuente.
- Sí, ya es hora de irnos.
Se montaron junto al resto del equipo en los vehículos, su mirada dirigiéndose nuevamente a la oscuridad. ¿Dónde estaría? En el peor de los casos, lo habían atrapado, en el mejor, había huido decidiendo olvidarla. El carro comenzó a avanzar y una parte de su corazón se resintió. No podía ser.
- Ya va, Juan, un momento.
Creyó captar un movimiento y se bajó buscando entre la naturaleza, ¿podría ser?
- Te dije que al final querría decidir dónde irme, casi me dejas. – El primate se subió a su brazo mientras le reprochaba.
- Sólo quería asustarte, Latte, aquí estoy.
- No puedes irte sin tu Capuchino300X, S.
- Claro que no, ahora vámonos.
Es así como termina esta hazaña que me contaron, no hace mucho. Ese zoológico, o circo según la versión que escuches, cerró poco después. Más tarde se dieron a conocer las condiciones del trato a los animales y fueron levantados cargos contra los dueños. Nadie supo exactamente qué pasó con los animales, o cómo. Excepto una chica aparentemente común y su secreto extraordinario, llamado Latte.

Por si quedaba alguna duda, para ti, S.

1 comentario:

  1. Tú, vienes a ser Latte. El cuento que me llevó a dormir feliz.

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