miércoles, 30 de diciembre de 2015

Llyta



I
Desconocidas

En un parque no muy lejano, de grandes y verdes árboles, una niña rondaba. Su cabello rizado despeinado y el sudor bañando su rostro moreno. Parecía buscar algo. Se topó con una mujer que no parecía mucho mayor de 30 años. Tenía una expresión tranquila, como si supiera que estaba en el lugar correcto. Por sus rizos y su color, parecía familia de la menor.

- Hola - me saludó con una sonrisa llena de ilusiones y su mirada desbordando sueños - creo que me perdí.
- Tranquila niña, no lo estás, yo te llevaré a casa.
- Pero eres una extraña, no debo ir contigo a ningún lado, - se cruzó de brazos sacando puchero - mejor me quedo aquí. Mi mami me contó que una vez mi papi me olvidó en casa de mis abuelos pero se acordó y regresó por mí.
Se me escapó una sonrisa escuchando como hablaba.
- Está bien que seas precavida, así te mantienes segura. ¿Te puedo acompañar mientras esperas?
Me miró un momento evaluando mi nivel de amenaza y finalmente se encogió de hombros.
- Ok, pero no te acerques o grito.
Me senté en un banco dejando su espacio, no quería ahuyentarla. Se sentó a mi lado con bastante distancia pero al ver pasar un señor se acercó más buscando protección, algo debía ver en mí que le generó confianza.
- ¿Puedo saber tu nombre, pequeña? Es raro llamarte niña.
- No lo vas a saber decir. Me llamo Kéllyta, con K, doble L, acento en la E y con... Eh... I gragea - culminó inflando el pecho orgullosa de su hazaña.
- ¿Kéllyta? ¿Segura que no es I griega?
- Ya te pareces a mi mamá. Eso, I gragea.
Me reí y me fulminó con la vista, con obvia molestia.
- Por lo menos lo pronunciaste bien.
- Es que me resulta familiar, mucho.
- ¿En serio? Creí que era la única con ese nombre.
- Resulta que no, yo también me llamo así, es más, ¿te puedo contar un secreto?
A pesar de su desconfianza se acercó dejándose llevar por su infantil curiosidad.
- Yo... Um... No sé si contarte, quizás no me creas o peor, podrías decirle a alguien.
- No, no, yo soy buena con los secretos. Prometo no decir nada.
- ¿Lo prometerías por la garrita?
Pensó un momento antes de verme determinada con el meñique en alto.
- Las promesas de garrita son sagradas.
Entrelacé nuestros meñiques con una sonrisa.
- Bueno, mi secreto es que yo soy tú, pero una versión del futuro. 

II
Impossibilia

 Me examinó, sus ojos con desconfianza y su sonrisa con gracia.
- ¿Vienes del futuro? Eso no es posible.
- ¿Cómo estoy aquí entonces? Vengo de 20 años en el futuro para ser exactos.
- ¿20? - comenzó a contar con sus deditos y al terminar me mostró ambas manos - Eso es más que esto, ¿verdad?
Levanté mis manos extendiendo los dedos, mostrándole cuánto le faltaba.
- Es mucho más del doble de tu edad, Kéllyta. Ha pasado mucho tiempo desde que tenía tu tamaño.
Jugó con los pies, su expresión pensativa.
 - Señora... Disculpe... - se mordió el labio indecisa de continuar - Creo que se ha equivocado. Usted no puede ser yo.
- ¿Por qué lo crees?
- Es que usted no luce como modelo, y yo de grande seré una de las mejores.
Intenté ocultar mi sonrisa triste revolviendo sus rulos.
- Lo sé, ¿tan fea crees que soy?
Se sonrojó con culpabilidad - no, ¡para nada! Es solo que en la televisión las modelos son así altas y delgaditas - se paró de puntas mientras decía esto para luego agarrar un mechón de pelo - su cabello es largo, largo... Son hermosas. No como yo... - esto último lo dijo tan bajito que casi no la escucho - Es por eso que cuando crezca quiero ser como ellas.
Apreté mis manos en puños, recordando todas las veces que me dije eso, insatisfecha con la imagen que me devolvía el espejo.
- Eres mucho más bella que todas esas flacuchas, una niña muy linda.
- Gracias señora, perdón por decir que no parece modelo. Usted sí es bonita, y sí nos parecemos, pero me imagino diferente.
- ¿Recuerdas esas veces en las que te provoca algo de comer, en la foto se ve muy rico y cuando lo consigues te das cuenta que ni se ve igual ni sabe como esperabas?
Intenté expresarme con palabras simples pero igual se notó el esfuerzo en su rostro para entenderme.
- No todo es lo que parece, ¿verdad?
En parte sorprendida por esa respuesta, asentí en silencio.
- Exacto, y con la belleza pasa igual. Lo que ves en televisión o revistas no representa la realidad, como las muñecas, no se parecen a la mayoría de las mujeres de carne y hueso.
- ¡Odio las muñecas! - exclamó en un repentino berrinche - Son aburridas y feas y no me caen bien y no las quiero. ¿Por qué sonríen tanto? ¿Y por qué debajo del vestido no tienen nada, como yo o mi mami?
- No repitas tantas veces “y”, la forma correcta es "como mi mami o yo". - corregí - No sé porqué son así, a mí tampoco me gustan, incluso ahora - me quedé un momento reflexiva - ¿Ya crees que somos la misma persona?
Se levantó quedando frente a mí y acarició mi mejilla, luego pasó sus dedos por mi cabello con su rostro serio.
- ¿Eres doctora? Te ves muy joven para serlo.
- No, no lo soy, ni quiero serlo, la sangre me marea. Y por si te lo preguntas, no seré presidenta tampoco - a pesar del dolor que me causó su expresión de decepción, le mantuve la vista firmemente - Sé que no soy quien sueñas ser, quien soñé ser, pero la vida trae muchos cambios.
- No quiero crecer entonces si voy a ser tú - se apartó sentándose nuevamente lejos, como si de esa forma me volviera menos real - eres muy aburrida y no me gustas - concluyó tajante.
Nos quedamos en silencio, ella molesta, yo incómoda. ¿Cómo podía convencerla de algo que a mí me costaba creer? ¿Hacerle desear un futuro brillante que yo no sentía de esa forma? Por un momento la envidié, con tantos sueños. Quería enorgullecerla y no sabía cómo. 

III
Perderse

- ¡Ya sé! - Soltó sorprendiéndome con su repentina emoción - Eres una pesadilla, por eso mi mami no ha llegado y tú estás aquí. Solo debo despertar y ya.
La observé cerrar sus ojos con fuerza para luego abrirlos, cuando eso no funcionó se pellizcó provocando un quejido de dolor por su parte.
- Kéllyta, basta, te haces daño. No soy una pesadilla. Sé que estás muy pequeña y no puedes entender del todo, algunos sueños no se cumplen porque no son para ti, a veces cambian para algo mejor.
Un sollozo interrumpió mi discurso. Me reprendí mentalmente por ser tan brusca. A pesar de, técnicamente, estar hablando conmigo misma, seguía siendo solo una versión infantil.
Me acerqué para abrazarla, en silencio. Acaricié su cabello hasta sentir que se calmaba.
- ¿Todo bien, llyta bonita? - susurré usando el apodo que me sacó una sonrisa incluso en los momentos malos.
- ¿Qué puede ser mejor que una modelo/doctora/presidenta? - cuestionó con sus ojos húmedos.
- ¿Una modelo/doctora/presidenta/astronauta?
Se rió y por inercia también lo hice. Su risa fue como una melodía contagiosa.
- ¿Son muchas cosas juntas, verdad?
- Sí, Kéllyta, aunque alguien que realmente lo desee puede lograrlo. Yo fui creciendo y en el camino entendí que algunas simplemente no eran lo mío, así que deje de quererlo. Tengo una idea. ¿Qué te parece si te cuento lo que yo hago y decidimos si es más divertido? Si no te gusta solo debes evitarlo.
Limpiando el último rastro de lágrimas de su cara, asintió.
- Creo que no tengo alternativas, estando atrapada aquí, suena más entretenido que quedarme sentada en silencio.
Sin quitar el brazo que rodeaba sus hombros pensé en la mejor manera de narrar parte de lo que hacía, intentando que fuera dinámico.

III
Conocimiento

- ¿Ya empezaron a enseñarte a leer verdad?
- Sé las vocales, son a-e-i-o-u. Hay otras cosas que me enseñaron mami y el preescolar. Era muy aburrido y espero el colegio sea más divertido, ¡ya casi empiezo!
- Será más entretenido, todo tiene su lado bueno y su lado malo. - suspiré recordando sobre todo las cosas malas - Siempre intenta ser la mejor, pero no te presiones, sigue viéndolo como un juego.
- Mientras no me obliguen a tomar la siesta, ya soy feliz - comentó con fastidio en su voz.
- No, nada de siestas. - aseguré - En un par de años, cuando ya leas muy bien, conocerás un libro que te hará amar la lectura. Mi sueño ahora es ser una gran escritora, para hacer obras que los demás amen leer, niños o adultos.
- ¿Escritora? ¿Cómo esos que hacen libros grandes de las bibliotecas? - preguntó con curiosidad - Pero mi mano se cansa cuando dibujo mucho tiempo, ¿cómo escribiré tanto?
Me levanté y le hice una seña para que me siguiera hasta una fuente cercana, era un parque muy bonito ese en el que estábamos.
- ¿Qué te parece esta escultura? El caballo es uno de mis animales favoritos.
La observó, admirando primero el líquido que fluía, tal vez pensando en jugar con ella. Luego la figura de piedra atrajo su atención, era un jinete que parecía cabalgar sobre un caballo sumamente realista.
- Es hermoso, yo nunca podría hacer algo así.
- ¡Todo lo contrario! Puedes hacer todo lo que te propongas. Pero siempre conllevará cierto esfuerzo si quieres que quede bien. La persona que hizo esto muchas veces se cansó, quizás deseaba renunciar, pero si lo hubiese hecho no podríamos contemplarla. Al final debió sentir mucha felicidad de construir esto para que todos lo disfrutemos.
- ¿Te hace feliz lo que escribes?
- A veces no, me parece que le falta algo y deseo botarlo. Otras veces me gusta tanto que quiero mostrarlo a todos. Aunque no siempre me agrada, no dejo de escribir, ¿quieres saber por qué?
- ¿Porque nunca te cansas?
Me reí y comencé a caminar llevándome la sorpresa que la pequeña tomó mi mano para seguirme.
- Creí que ya había quedado claro eso.
- Ya sé, sí te cansas, solo bromeaba. Hay cosas por las que vale la pena luchar.
- Buena niña, así es. Cuando escribo, todo lo que imagino es real. No solo para mí sino para todo el que lea. Si te leen un cuento, empiezas a imaginar los personajes y paisajes, como una película. Quiero lograr eso.
Me soltó para dar vueltas, detallando las cosas a nuestro alrededor.
- Cierra los ojos - ordenó y yo obedecí con una sonrisa - dime qué tal lo hago: “El caballo se movió, como si tuviera vida. Saltó fuera de la fuente llevando consigo a su valiente caballero”. ¿Lo imaginaste?
- Casi puedo escucharlo relinchar mientras galopa.
- ¿Qué es eso? ¿Relinchar, galopa?
- Te toca cerrar a ti los ojos.
Cumplió la orden y la tomé para cargarla en mi espalda.
- ¡Hey! ¿Qué haces?
- Relinchar - dije y comencé a hacer el típico sonido equino - y galopar - corriendo imité el sonido de los cascos. Escuché con gusto las risas que le arrancaba a mi joven versión. A veces se puede olvidar lo divertido que es reírse sin preocupaciones.
- Soo caballito - me dijo elevando su “poderosa” voz de mando.
La llevé de nuevo al banco, cansadas las dos, yo mucho más, la edad ya me estaba pasando factura.
- Está bien, lo admito, no eres tan aburrida como creí.
- Ni tú tan llorona como pensé. - bromee sacándole la lengua, ganándome un golpe en el brazo - Llorar está bien, nunca te reprimas, sentir es una prueba de nuestra existencia. Además, no le cuentes a nadie pero de vez en cuando lloro con películas de comiquitas.
- ¡Já! Después la llorona soy yo. ¡Bebita, bebita!
- Ay, qué mala eres. - un poco nerviosa me mordisquee el labio - ¿Te gusta entonces ese pedacito de mundo que te espera?
- ¿Pedacito? ¿Hay más? ¡Cuéntame! ¡Sí me gustó!
- ¿Creíste que renunciaría a hacer más cosas? No nos conoces bien entonces, eso sería aburrido. Pero no te contaré más. Solo te adelanto lo siguiente: me gusta capturar imágenes y también crearlas.
- ¿Cómo es eso? Dime, por favor.
- No, no, debes descubrirlo tú solita. Ten paciencia. Y no tenemos más tiempo, ya tengo que despedirme.
Sentí sus brazos rodearme con fuerza, el llanto precipitándose sin control.

IV
Encontrarse

- No quiero que te vayas, sigue contándome lo que pasará con nosotras después - habló rápido entre sollozos y mis ojos se nublaron.
-Lo más importante que debes saber, llyta, es que hoy y siempre debes ser feliz - por primera vez sentí la realidad de hablar no con una niña sino conmigo - sin importar lo que quieras ser mañana, debes recordar lo especial que hay en ti, la perfección no existe pero tú estás más que bien como eres - sin querer había comenzado a llorar- sé feliz tú primero y eso se transmitirá a los demás.
- Gracias, Kéllyta, lo haré - era la primera vez que me llamaba por nuestro nombre- de grande quiero ser como tú.
- Cuídate. Recuerda que es Kéllyta, con K, doble L, acento en la E y con I griega.
- ¡Ok! I gragea.
Caminé manteniendo cierta distancia sin poder evitar reír. Un minuto después llegó una mujer que reconocí como mi madre con un par de años menos.
- ¡Aquí estás! ¿Qué te dije de correr lejos? ¿Te pasó algo?
- No, mami, me estuve cuidando bien.
Sonreí una vez más con un nudo en la garganta. No recordaría ese encuentro, lo sabía por experiencia propia, pero esperaba mis palabras la ayudaran en los próximos años. Al final, yo necesité más esa reunión que ella, para rememorar las palabras que una vez me dije y hoy revivía.
- Sé feliz, así como eres. - dije en voz alta - Si ella quiere ser yo, ¿por qué yo querría ser diferente?

La niña siguió corriendo, esta vez de la mano de su mamá, quien controlaba que no se escapara de nuevo. Ya su mente empezaba a olvidar lo que acababa de pasar pero por una extraña razón se sentía muy feliz, sabía que todo iría bien.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Un momento de reflexión: Amor

 
Anoche me contaron una historia terrible, de esas que te pueden poner la carne de gallina. No, no fue un cuento de fantasmas o monstruos, por lo menos no en un sentido halloweenesco. Este fue un relato de amor, o mejor dicho de desamor. 

Sé que algunos estarán pensando en el típico drama donde fulanito, tras un mes de noviazgo, engañó a fulanita con menganita y ella decidió meterse con menganito para vengarse. No es que le quite mérito alguno al que ha vivido esa situación, cada quien merece sufrir sus penas y ser engañado no es agradable. Pero esto fue un poco más allá. No entraré en detalles, posiblemente hay peores. Mujeres y hombres que terminan en nada por culpa del "ser amado", suicidios, incluso homicidios a manos de esa persona. 

A lo largo de la narración me dieron ganas de llorar, gritar, repartir golpes. ¿Cómo es posible que pueda existir tanto dolor causado por alguien que dijo amarte? Pensé en otras personas cercanas que sufrieron, en matrimonios de años que terminan con insultos. Pensé en mí. Nunca llegué a ese punto, afortunadamente, pero como muchos también he sufrido decepciones.

Al final, sin embargo, no pude evitar reflexionar. Esa persona envuelta en tantas cosas también mencionó no creer en el amor (de pareja), no sé si solo por lo que me contó o si habrá más, quizás siendo ella o escuchándola no suena ilógico como mínimo dudar. ¿Acaso yo también debería dejar de creer? Mi respuesta es un contundente NO. 

Tal vez, como yo, creas en la dualidad del mundo y la vida. Luz-oscuridad, felicidad-tristeza, paz-guerra; todo necesita su contraparte para mantener el balance. Tradicionalmente, el contrario del amor es el odio. A mi parecer esa historia no tenía odio, no soy quien para asegurarlo. Lo que sí puedo aseverar es que allí no había amor, a pesar que en su momento lo hubo. Al terminar de leer supe que eso, sin lugar a dudas, era la antítesis del amor.

Y fue esto, precisamente, lo que me ayudó a aferrarme con tanta fuerza al concepto del amor. Porque es llanamente imposible que ese tipo de relaciones existan sin otras con un sentimiento real para equilibrar la balanza. Algunos opinarán que soy una romántica empedernida, yo respondo sonriente que sí. Sé que el amor está afuera para todos, y es a esta afirmación a la que me sostendré cuando más ahogada me sienta por el desamor, mío o ajeno. Es en el peor de los momentos cuando todos deberíamos hacerlo, creer firmemente en el amor. 

martes, 15 de diciembre de 2015

Capuchino300X



- No puedo dormir.
- ¿Quieres un cuento? Puedes estar tú con animalitos
- ¡Sí!

Hubo una vez, hace no mucho tiempo, cuando las cosas eran más simples y las fantasías podían volverse realidad, fue en ese momento que una chica aparentemente común con un secreto extraordinario tuvo esta maravillosa aventura. Todo comenzó de esta manera, o por lo menos eso dicen los que conocen su historia. Nadie está seguro de dónde ocurrió exactamente, algunos dicen que fue en el zoológico ese que solía ser tan popular mientras otros sostienen que el circo había pasado por la ciudad. En lo que todos concordaba, pero ninguno admitía, es que si querías conocer animales pésimamente tratados era allí donde debías ir.
Ese día todo parecía ir normal, muchas visitas y el dinero fluyendo con velocidad, ¿qué más se podía pedir? Los fines de semana hacían muy felices a los dueños del zoológico (o circo, depende de quién te lo cuente). Lo que ellos no sabían era que entre esos visitantes había una chica, Sophia su nombre, que veía más allá de las risas y la diversión. Caminaba entre los animales dolida con esa devastadora visión. No muchos saben los cuidados que necesita cada especie y definitivamente un veterinario ético no se encontraba en la lista de contratados. Animales grandes con poco espacio, alimentación nada balanceada, insuficiente agua. Era una tortura por la que muchos pagaban para ver sonrientes.
Esta no era la primera vez que tenía que “disfrutar” del espectáculo, pero sí era la última. Finalmente su plan estaba listo y esa noche lo pondría en práctica. Tenía todo lo que necesitaba en el bolso, los supuestos guardias no desconfiaron de ella, sólo debía asegurarse de permanecer bajo perfil, sin atraer más miradas de las deseadas. No hacía esto por reconocimiento, era algo más grande que ella. Siguió caminando, esperando, quería tener una forma de comunicarle a los animalitos que ya el fin estaba cerca.

- ¿Y cómo lo logro?
- Ten paciencia.

Cuando ya faltaba poco para la hora del cierre, entró al baño. Sus continuas visitas le habían enseñado que los baños sólo se limpiaban dos días a la semana y ese no era uno de ellos. Transcurrió una larga media hora antes de saber que ya era el momento, todos debían estar fuera. Su primera tarea era sencilla, conseguir evidencia. Sacó una cámara con la que se dedicó a tomar fotos y videos. Llamar deplorable a la forma de descansar de esos pobres seres era un eufemismo. La gente tenía que saber la verdad, o mejor dicho debían verla en crudo, para que no pudiera ser ignorada, sólo con el entendimiento el propósito se vería realizado.
Mientras tomaba las pruebas que necesitaba, se acercó a la jaula de los monos (que parecía más bien una jaula de pájaros). Tomó una foto cuando una voz repentina la sorprendió.
- Pudiste avisar, generalmente intento posar.
Viendo a todos lados su corazón comenzó a latir con mucha fuerza.
- ¿Hola? ¿Quién está allí?
- Perdón, eso fue inesperado. Hola, mi nombre es Chimp.
Un pequeño mono capuchino se posó en la barra de su poco apto hogar, justo frente a la chica viéndola a los ojos.
- ¿Qué clase de broma es esta? No me parece nada gracioso.
Lo primero que pensó fue que, a pesar de sus precauciones, la gente del circo (algunos dicen zoológico) se había dado cuenta de su estrategia y buscaban asustarla a cambio. Sí, probablemente eso era, la alternativa era impensable.
- No soy ninguna broma, a menos que consideres gracioso que me llamaran Chimp cuando es obvio que no soy un chimpancé.
A pesar de su desconfianza, no pudo evitar sonreír, nunca se le ocurrió estar hablando con un mono de ese tamaño y que adicionalmente fuese tan sarcástico.
- Quizás debieron llamarte Latte, queda mejor con tu raza, y con tu personalidad.
- Sabía que no me equivocaba contigo, tu cerebro es más interesante que el de muchos humanos que pasan por acá. Todos hablando de lo tierno que soy o lanzando dulces.
- ¿Se supone que debo creerme que eres un mono que habla? Quizás seas una nueva atracción, un robot o algo así.
- Claro, Capuchino300X, ¿no? Suena más lógico.

- Creo que el cuento ha funcionado.
- No me he dormido, no podemos dejar a los animales así, si ellos no duermen tú tampoco, sigue.
- Ok, ok.

- Capuchino300X, próximamente en su juguetería más cercana. Yo creo que serás un éxito entre los niños, ¡eres tan tierno! – Dijo burlonamente Sophia.
- Me retracto de lo que dije, sí me equivoqué contigo. ¿Se puede saber por qué nos tomas fotos? ¿O por qué visitas tanto este lugar cuando claramente no te gusta?
- Estoy en una misión, Latte, voy a ayudarlos.
La miró con comprensión mientras ella se preguntaba por qué le contaba eso a un posible robot espía. El simio lucía agradable, su intuición le decía que estaba de su lado, esperaba no equivocarse.
- ¿Sabías que cada cierto tiempo hacen una ronda los vigilantes? Uno de ellos está por venir, deberías ocultarte.
- ¿Qué? ¿En serio?
Un haz de luz a su espalda le confirmó que las palabras del pequeño eran ciertas, corrió a cubrirse detrás de una cartelera informativa. Después de ver la espalda del guardia y asegurarse que no regresaría, salió.
- Creo que me acabas de salvar el pellejo, muchas gracias.
- Me causa curiosidad tu misión, pero creo que tienes muchos puntos ciegos que sólo alguien interno te puede iluminar.
- No mucha gente está dispuesta a arriesgar su trabajo si no hay dinero de por medio.
- Yo puedo ofrecerme, si quieres. El dinero no me sirve de mucho. Las tiendas tienen esta extraña política de aceptar únicamente compras realizadas por humanos. Intentar explicarles que somos parientes no es fácil.
- Te puedo ofrecer bananas, sé que son las favoritas de ustedes.
- Por muy tentador que suene, debo rechazarlo, pero gracias. Al final de todo, quiero mi libertad, yo decido a dónde irme.
Pensó un momento, el mono tenía razón, con alguien manejando esos detalles no públicos su cometido tenía mucha más esperanza.
- Está bien, es un trato.
Eso fue todo lo que necesitó para actuar, con un movimiento veloz de su parte la jaula estaba abierta y el capuchino cómodamente instalado en el hombro de la joven.
- Pensándolo bien, ahorita me vendría bien una de esas bananas que comentaste. Puedo oler que llevas unas en tu mochila, ¿qué te parece si me vas contando los detalles del plan mientras yo como?
Sin esperar respuesta sacó un fruto del bolso y comió con gusto.
- ¿Hambre? Básicamente sacaré a todos de aquí, documentaré cómo son tratados para dar a conocer la crueldad que sufren.
- ¿Cómo nos vas a liberar, forzando una a una cada jaula? ¿Después todos a correr libres como el viento?
- Las jaulas sí, correr no. Tengo un par de amigos que nos esperan en la cerca del fondo. De allí los van a transportar a un lugar donde estén seguros y cómodos.
Mientras hablaban de esto, ella iba tomando fotos. Un pingüino de aspecto triste los miró, suplicante, el frío de ese lugar no se acercaba ni un poco al que exigía un animal de esa índole.
- ¿Y si te digo que podemos conseguir las llaves de todo el lugar? Toma este cruce a la izquierda, ahí viene un guardia.
Siguiendo sus instrucciones, llegaron a la cabaña principal sin toparse con ningún contratiempo.
- Aquí están las copias de las llaves maestras, el otro manojo lo carga el jefe de seguridad. Si te quedas acá yo puedo entrar a buscarlas. Aprovechemos mi tamaño compacto.
- Yo vigilo, tú entras, vale. Queda una hora hasta que debamos llegar con todos al punto de encuentro.
El mono logró su entrada mientras Sophia miraba, expectante. Una luz se encendió en otro cuarto haciendo que mordiera su labio. ¿Y si lo descubrían? Eso no arruinaba el plan original pero ya le empezaba a agradar el mini robot. Pasaron 10 minutos, luego 15. Si esperaba más pondría en riesgo todo, debía seguir.
- Recuérdame no volver a hacer eso justo cuando es la hora de la merienda. Con el hambre que nos hacen pasar, ellos se mantienen muy bien alimentados.
- Uff, Latte, me tenías con el corazón en la garganta, creí que no vendrías.
- No puedo dejarte sola, pequeña. Vamos que ya tengo las llaves.
Poco a poco fueron abriendo las jaulas de los animales, sin liberarlos aún. En total eran una docena y debían salir todos juntos.
- Oye, ¿cómo puedo llamarte? Ya casi terminamos y no me has dicho. ¿Ya te convenciste de mi lealtad? No soy un robot espía, lo prometo.
Se rió divertida con su correcta suposición.
- Me llamo Sophia, puedes decirme S.
- Mucho gusto, S. ¿Ahora cómo llevarás a todos los animales hasta la cerca sin que los guardias se den cuenta?
- Esa parte del plan no estaba del todo pulida, ¿correr y cruzar los dedos?
Al terminar de abrir todos los candados sacó un silbato de su morral, con él atraería a los animales.
- ¿Estás listo?
- Siempre, buena suerte S, necesito que confíes en mí. Dame 10 minutos antes de empezar a correr.
- ¿Cómo?
- Sólo hazme caso, 10 minutos a partir de ahora. Por si acaso, fue un placer conocerte.
Salió disparado del hombro de la chica, corriendo ágilmente con sus cuatro patas. Ruidos de persecución interrumpieron la quietud pasados unos minutos, el capuchino había decidido resolver el problema de los vigilantes. Cuando la bulla se alejó, Sophia sonó el silbato, los animales la siguieron mientras corría hacia la cerca. La distracción del mono había funcionado y nadie se interpuso entre ella y los camiones que la esperaban.
- Hola, Juan – respiró hondo, recuperando el aliento – lo logramos.
El chico que la esperaba, un veterinario en formación, estaba asociado a una red de protectores de animales. Juntos organizaron toda esa aventura con el amor por los animales como principal motor.
- Todo gracias a ti, los animales están a salvo, ¿tienes las fotos?
- Acá están – dijo entregando las memorias.
- ¿Nos vamos ya?
Sophia miró hacia el lugar de su reciente aventura, renuente.
- Sí, ya es hora de irnos.
Se montaron junto al resto del equipo en los vehículos, su mirada dirigiéndose nuevamente a la oscuridad. ¿Dónde estaría? En el peor de los casos, lo habían atrapado, en el mejor, había huido decidiendo olvidarla. El carro comenzó a avanzar y una parte de su corazón se resintió. No podía ser.
- Ya va, Juan, un momento.
Creyó captar un movimiento y se bajó buscando entre la naturaleza, ¿podría ser?
- Te dije que al final querría decidir dónde irme, casi me dejas. – El primate se subió a su brazo mientras le reprochaba.
- Sólo quería asustarte, Latte, aquí estoy.
- No puedes irte sin tu Capuchino300X, S.
- Claro que no, ahora vámonos.
Es así como termina esta hazaña que me contaron, no hace mucho. Ese zoológico, o circo según la versión que escuches, cerró poco después. Más tarde se dieron a conocer las condiciones del trato a los animales y fueron levantados cargos contra los dueños. Nadie supo exactamente qué pasó con los animales, o cómo. Excepto una chica aparentemente común y su secreto extraordinario, llamado Latte.

Por si quedaba alguna duda, para ti, S.