domingo, 27 de septiembre de 2015
viernes, 25 de septiembre de 2015
Peligro de inminencia
Hay personas que dicen que los mejores besos son los robados, esos que
en el fondo la otra persona esperaba pero quizás no en ese preciso momento. Yo
difiero en esa opinión, ¿cómo puede ser placentero cualquier beso robado? Un extraño se te acerca y de repente te
encuentras con sus labios sobre los tuyos, si tienes muy mala suerte hasta su
lengua puede asaltar tu boca. No suena nada digno de vivir. Claro que el beso
robado del individuo indicado, ya es otro cuento.
Por otra parte, a veces todo lo que necesitas es decirle a él o ella que el deseo de un beso ya es incontenible, tiene su encanto ¿o no?
- Te voy a besar.
- ¿Por qué?
- No sé, sólo quiero que las cosas dejen de ser tan incómodas.
- ¿Sabes que esta es una de las conversaciones más incómodas que he
tenido en mi vida, ¿verdad?
- Lo sé. Igual te voy a besar.
- Lo sé.
Tiempo después.
- No puedo creer que así fue nuestro primer beso.
- A veces puedo ser tan idiota como me consideran.
- No me arrepiento de ese día.
- Asumir mi idiotez no significa que me arrepienta… Te voy a besar.
Sí, eso de anunciar un beso inminente puede llegar a tener su encanto.
sábado, 19 de septiembre de 2015
Un momento de reflexión: De los arrollamientos y otros eventos
¿Cuántas veces te has encontrado frente a una desgracia y tus ansias de averiguar más de lo que pasó le gana al deseo de ayudar? ¿Dónde se ubica esa delgada línea entre el morbo y la curiosidad?
El
día de ayer camino a mi trabajo me llega un mensaje notificándome que hubo un
arrollamiento en el metro, en caso de ser necesario tomar una ruta alterna. Por
muy lamentable que suene lo primero que pasa por la mente de muchos,
incluyéndome, es si esa desafortunada muerte retrasará mucho el horario
planificado. Cuando llegué a la estación en cuestión, ya el incidente había
sido resuelto y no hubo demora alguna. Qué afortunado, ¿no? Poco más tarde,
luego de comprar algo en la panadería para llevar al trabajo, presenciamos cómo
sacaban al desdichado suicida. Un espectáculo poco agradable, obviamente, o por
lo menos así fue para mí. ¿Pero lo fue para los que me rodeaban?
Ya
en el trabajo los chicos se pusieron a hablar de distintos temas un tanto
sangrientos, por decir una palabra agradable, no los mencionaré por el asco que
me produce. Finalmente llegaron al tema del metro y el suceso ocurrido
previamente. Aparentemente uno de ellos había averiguado la edad de la persona,
entre otros datos. Comentaron el estado en el que se encontraba el difunto y
otros puntos bastante desagradables y, en mi opinión, totalmente innecesarios.
Al día siguiente todavía seguían hablando de ello.
Mi
pregunta es, ¿bajo qué motivo fue necesario todo ese debate? Naturalmente no
apuntaba a mejorar en forma alguna la vida de esa persona, o la de los seres
queridos que dejaba atrás. ¿Simple curiosidad o puro morbo?
Algo
así suele pasar a diario en el día a día no sólo del venezolano sino quizás de
todos. Un choque de autos causa más tráfico por la gente que busca información
del hecho que por el choque como tal. Y ni hablar de las redes sociales y el
furor que causa tomar una foto y compartirla con nuestros seguidores.
El
morbo es algo con lo que nos encontramos cada vez que salimos, incluso cuando
sea algo tonto como una persona que discute con otra y la gente que se voltea a
ver el motivo de la discusión. Yo ayer tuve curiosidad por el motivo que llevó
a esa persona a cometer semejante acto, pero quizás pequé de morbosa al
preguntarme si habrá sufrido mucho dolor. La moral de cada uno determinará
dónde dibujar esa línea que a veces se presenta demasiado delgada.
martes, 15 de septiembre de 2015
Frente al espejo
Desperté
y todo parecía ser como siempre, nada parecía señalar el día que se me venía
encima y sus repercusiones en mi vida. Todavía no me había logrado sacudir el
sueño de encima, mi cerebro no estaba del todo en sintonía con lo que pasaba
alrededor. Entré al baño con los ojos apenas entreabiertos, me senté en el inodoro
y con un sonido de satisfacción oriné. ¿No es irónico que justamente uno de los
objetos más apestosos del hogar sea también el que recibe su nombre de la falta
de olor? Ningún libro será escrito sobre lo sabroso que es ir al baño cuando se
tienen muchas ganas, pero en el fondo todos sabemos que es uno de los pequeños
placeres de la vida. ¡Cuánta idiotez puede pensar un cerebro medio aletargado!
Al
enfrentarme con el espejo para cepillarme los dientes ya era más consciente del
mundo. Cuando finalmente observé mi reflejo fue que caí en cuenta del cambio
que me esperaba. Parpadee un par de veces, ¿qué era ese brillo en mis ojos? Se
parecía un poco a esas veces que me despertaba de buenas, pero era más…
¿Intenso? ¿Luminoso? No, ¡real! Sí, esa es la palabra. Mis días “de buenas”
generalmente ni siquiera duraban un día entero. Y ahora que caigo en cuenta,
¿dónde está la vocecita recordándome que hoy será otro día de mierda?
Siempre
que hablaba con las personas que venían buscando consejo conmigo por algo
relacionado a un gran cambio, le decía que debían adaptarse y disfrutar de lo
que la vida les traía. Palabras muy grandes para una persona que temblaba si la
comida sabía ligeramente distinta a lo normal y podía incluso sufrir un ataque
de pánico al percatarse que el transporte tomaba una ruta diferente. Pero hoy me
sentía como otra persona, reinventada, y allí estaba esa enorme sonrisa en mi
rostro. Estaba preparada, dispuesta a enfrentarme a todo lo que se me lanzara
encima.
Mentiría
si dijera que grandes eventos pasaron este día, no cayó ningún meteorito del
cielo, ni vino mi artista preferido a darme un concierto privado. No fue una
jornada especialmente positiva o negativa. Pero eso quizás sea lo más
espectacular. La rutina, todos la conocemos en uno o más puntos de nuestra
existencia, es una de las grandes razones de desmotivación con la cual se puede
conseguir el ser humano. Pero fíjate que hasta la rutina me parecía entretenida
hoy. Aparentemente todo es cuestión de actitud. Por muy mínimo que pueda sonar,
el hecho de estar bien con quien soy me hizo experimentar todo con una visión asombrosa.
Confianza, qué hermosa palabra.
Salir
a la calle así era como estar en un video musical con todas tus canciones
favoritas reproduciéndose, y no esas que son parte de tu repertorio porque te
hacen sentir peor, sino las que te llenan de energía. Imagina todo eso pero sin
los audífonos puestos, no intentando huir de la gente, más bien disfrutando de
las pequeñas cosas a tu alrededor.
En
el metro todos lucían más atractivos, como si mi ánimo también lo sintieran
ellos. ¿En verdad estoy coqueteando con esa persona? ¿Y me está respondiendo?
¡Qué bien se siente! Antes de bajarme en mi estación me animé a darle un papel
con mi número, a pesar que estaba con alguien que parecía ser su pareja. No
esperaba ser llamada, tampoco esperaba no serlo, pero ese simple acto me llenó
más de confianza (si eso era posible). Nunca había flirteado tan abiertamente,
sin importarme un posible rechazo.
Más
adelante en el día el trabajo tuvo tantos factores estresantes como
normalmente, mis jefes jodiendo como cosa rara. Ellos, como yo, forman parte de
una cadena superior a nosotros. El de arriba siempre exigiendo al de abajo. Sin
embargo sus reclamos me parecían insignificantes, el trabajo más llevadero. Y
la medalla se la llevó el momento en el que me quisieron culpar por algo que no
hice y simple y llanamente les contesté, no, hoy no me quedaría callada. La
mirada que me dieron cuando dije, sin siquiera alzar la voz pero frente a todo
el mundo, que podían hablarme nuevamente cuando percibieran quién hacía bien el
trabajo y quién no, fue imperdible. Me di media vuelta y seguí en mi labor como
si nada hubiese pasado.
Definitivamente
podía acostumbrarme a esta nueva yo. Desinteresada y confiada, una combinación
perfecta. Decidí que nunca más volvería a ser esa idiota que se preocupaba por
la opinión de los demás, nadie podría callarme y mi palabra sería la última
siempre. Me fue extremadamente fácil adaptarme a esta existencia. Empecé a
tener citas con cualquiera que me interesara, en el trabajo ya nadie me pisoteaba,
hasta con mi familia saqué todo eso que siempre me había atormentado (con
gritos incluidos). ¿Sabes todas esas escenas que se reproducen en tu mente
cuando una situación te desagrada? ¿Y si hubiese dicho/hecho tal cosa…? Ya no
habían más “Y si” o “hubiese”. Si quería decir o hacer algo, nadie podía
impedirlo. El arrepentimiento no entraba en mi vocabulario.
Todo
era perfecto, o por lo menos eso creí por un tiempo. Comencé a notar ciertas
actitudes en el resto de las personas. Es verdad que ya nada tenía el poder de
herirme, yo no se lo permitía, pero la gente se mostraba ahora distante de mí.
Antes me era tan fácil conectar con alguien una vez me llegaban a conocer, pero
últimamente no. Al principio les culpé a ellos, si no podían lidiar con quien soy,
era su pérdida. Yo soy perfecta, que no lo sepan apreciar no me concierne. Poco
a poco la venda fue cayendo, ¿qué pasaba? Soy quien siempre había anhelado ser
y hacía lo que me daba la gana. ¿Qué estaba mal? Y peor aún, ¿por qué siento
que lo que hago no es correcto?
Ya
no sé quién eres
Has cambiado
¿Qué te pasó?
No eres quien creí
conocer
¿Quién
soy?
Y
otra vez estaba allí, frente a mi espejo, con ese brillo en mis ojos. Mi madre
llamándome desde el cuarto. ¿Acaso todo eso acababa de pasar? Quizás necesite
un poco más de sueño. Por los momentos lo ignoré, debía ir a trabajar.
Tampoco
usé hoy mis audífonos en el camino, un pequeño experimento. Miré a las personas
con las que compartía transporte, una en especial me veía mucho. Me llamaba la
atención, es verdad, pero no hice ningún movimiento excepto una pequeña
sonrisa. Eso de andar con alguien que ya tiene una relación no es lo mío.
Como
una especie de premonición, una escena similar a la de mi “visión” se presentó
en el trabajo. Lo dejé pasar pero luego de un momento me acerqué a mi superior
y le dije en un tono educado que no creía correcta la forma en que me había
tratado. Se disculpó y me felicitó por mi desempeño.
Al
llegar a mi hogar fui directo junto a mi mamá, se encontraba acostada, la abracé
fuerte.
-
¿Qué te pasa muchacha?
-
¿Alguna vez has soñado con ser alguien completamente diferente? Quisiera
decirte algo…
Todos los excesos son malos, incluso de confianza.
lunes, 7 de septiembre de 2015
Colchón de seguridad
El
avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo que debe, ni cuando
debe.
Aristóteles
Aristóteles
30 de Mayo del 2014
10:30 pm – En algún lugar de la línea 1.
Eran pocas las personas que se veían en el metro a esas horas de la
noche, todos con cara de ansiar estar en una cama, demasiado cansados como para
desear vivir. Ya pronto yo también tendría que irme, antes que viniera algún
operador a sacarme del tren. Una vuelta más y me voy, me dije. Parado a mitad
del vagón con mi postura usual, el brazo y la pierna derecha ligeramente
torcidos con harapos en vez de ropa. Lo único que desentonaba con mi conjunto
era el morral que llevaba, nadie podía saber lo que llevaba dentro. Cuando ya
me sentía preparado, pronuncié el discurso que ya me sabía de memoria.
– Buenas noches señores usuarios, – dejé un pequeño espacio de tiempo y
unos cuchicheos fueron toda la respuesta que recibí – gracias por sus buenas
noches. Sé que es una molestia que me encuentre acá pidiendo dinero y de más
está decir que estoy harto de esta lamentable situación. Luego de un terrible
accidente, donde fui atropellado por una moto, la mitad del cuerpo me quedó
casi inutilizable, perdí mi trabajo y me he visto en la necesidad de recurrir a
esto para subsistir. – Hice una pausa para añadir dramatismo – Lo único que les
pido es que me colaboren con algo para poder comer ya que hoy no he probado
bocado, muchas gracias y que Dios los bendiga. – La gente se ve más dispuesta a
aflojar el codo cuando se les recuerda que tienen alguien arriba juzgándoles,
qué idiotez.
Me pasee entre la gente medio dormida, arrastrando mi pierna inútil,
recibiendo un par de billetes y unas cuantas monedas. Repartí bendiciones cual
cura en el Vaticano.
– ¿Alguien más podrá encontrar en su corazón una pequeña ayuda para un
hermano en problemas? – Quizás debería considerar la actuación como carrera,
tremenda actuación la mía.
– Toma mijo – me dijo una señora, entregándome un pedazo de pan en una
bolsa – creo que puedo sobrevivir sin él y tú lo necesitas más.
Miré la bolsa y compuse mi mejor sonrisa murmurando unas palabras de
agradecimiento. Me retiré con mi botín pasando al siguiente segmento del metro
repitiendo la escena anterior varias veces hasta recorrer el tren en toda su
extensión. Al finalizar mi jornada salí en la estación Altamira botando primero
toda la comida que me habían dado en la noche, como si me sirviera de algo.
Ilusos, pensé. Metí las manos en mis bolsillos, sentirlos llenos de esa
exquisita riqueza me invadió de felicidad. La persona que inventó el dinero
merece un premio. Fue un sentimiento efímero, esa satisfacción, porque al
momento supe que quería más, no era suficiente. Nunca era suficiente.
6:30 pm – Los Dos Caminos.
– ¿Te anotas pa’ unas birras, López? ¡Vamos a gastar esa quincena que
vino jugosa! – Me invitó animado uno de mis compañeros, pasando su brazo sobre
mis hombros. No sé si su nombre era Ángel o José, me da igual.
– No gracias bro, mi quincena está comprometidísima con una montaña de
deudas – me mostré afligido como supuse debía lucir – ¡quizás para la próxima!
– No seas aguafiestas, es viernes y un par de cervezas no son más de 80
bolos, 100 si nos ponemos elegantes pero tú sabes que los chinos de la esquina
la venden barata. – Dijo otro compañero, el que podría ser José o tal vez
Ángel.
– Coño pero es que de pana ando mal, el carajito me cayó enfermo y eso
me tomó desprevenido. – Mentir me salía de forma tan natural cuando se trataba
de escaparme de situaciones relacionadas con dinero.
– ¿Ves cómo eres? No sé pa’ qué andas haciendo cuanta jornada extra
proponen en el trabajo y laborando los feriados si nunca nos aceptas una
salida, – intervino el primero – después no vengas diciendo que no te
incluimos.
– No vale tranquilos, vayan ustedes que la próxima quincena seré yo el
que invite y todo. – Esperé un tiempo prudencial para poder huir – bueno me voy
que tengo que cuidar a mi chamo, ¡nos vemos el lunes!
¿Debería sentirme mal por dejar escapar dos potenciales amigos de esa
forma? Bueno, con la cantidad de mentiras en las que me he envuelto no creo que
pudiera considerarme material de amigo.
Saqué el cheque del bolsillo en mi camisa, mientras más pronto tuviera
el dinero en mis manos, mejor. Me aproximé al banco más cercano con la ansiedad
carcomiéndome a cada minuto en la fila, ¿será que no pueden trabajar más
rápido? Y esta estúpida sed no mejora las cosas. Miré alrededor con los labios
resecos. Basta, me ordené, no iba a gastar dinero en una botella de agua,
¿quién paga por algo que puedes conseguir gratis?
Al momento de encontrarme frente al empleado y recibir el efectivo lo tomé
como si de ello dependiera mi vida. Con una mirada de deleite conté los
billetes entre mis manos, valió la pena la espera. Gracias al cielo existen los
bancos que trabajan hasta las 7, no podía esperar hasta mañana.
12:30 pm – La California.
Giré nerviosamente la tarjeta en mi mano mientras mordisqueaba mi labio
inferior, ya me ardía un poco de tanto hacerlo, me pregunté si quizás estaría
sangrando. Me molestaba tanta gente separándome de mi objetivo, el cajero me
llamaba con dulces promesas de riquezas.
– ¿Pedro? ¡Pedro! – una chica pasó su mano frente a mi rostro – ¿A dónde
te fuiste? Cualquiera diría que tienes mucho rial en esa tarjeta, deja de
manosearla. Te recuerdo que trabajamos en la peor empresa del mundo y lo que
nos pagan es una miseria.
Sacudí un poco la cabeza viendo fijamente su rostro, qué fastidiosa era,
no entiendo quién le dijo que podía seguirme hasta acá cuando todo lo que
quería era estar solo. Hoy era uno de los días más felices de mi vida y esa
alegría no me gustaba compartirla, nadie podría entenderla verdaderamente.
Mucha gente esperando para usar el cajero para sacar una cantidad de dinero
indefinida, todo eso para derrocharlo en cosas sin importancia. Yo soy más
inteligente que ellos, yo sé apreciar su valor.
– Yo sé que no cobramos nada y eso precisamente me tiene preocupado.
Tengo que pagar la universidad y probablemente para mañana ya estaré nuevamente
sin dinero. – Suspiré ostentosamente – La situación no está fácil.
Me rodeó con un brazo intentando darme ánimos, ¿cómo podía quitármela de
encima? – Tranquilo Pedrito que cualquier vaina me avisas y yo te presto algo
de dinero, sabes que como siempre puedes contar conmigo.
– Gracias, eres un sol. – Sonreí como pude, ojalá no note que ni
siquiera sé su nombre. – Pensándolo bien, si me puedes prestar para el pasaje
ahorita, iba a sacar pero ya voy tarde al otro trabajo y como es al otro
extremo de Caracas agarraré moto taxi.
– No sé cómo haces con dos trabajos, ¡yo con uno ya quiero morir! La
esclavitud ya fue abolida, ¿sabes? Y ni siquiera tienes el color para ser
esclavo – me dijo mientras apretaba mi cachete, algo me decía que le gustaba a
esa chica. Qué pérdida de tiempo y recursos es tener novia. Todo lo que quieren
es exprimirte hasta dejarte con una mano adelante y otra atrás. – Toma 100 bs,
ya me lo pagarás después. – Me dio un beso en la mejilla que me vi obligado a
aceptar – Ahora corre que después te botan.
– Eres tú mi vida, ¡chao! – Literalmente corrí dejándola allí sola. Mala
idea usar esos cajeros, tomé nota mental, entré al Centro Comercial y saqué
todo lo que recién me acababan de depositar guardándolo en mi bolso,
custodiándolo con mi vida.
6:10 am – Caseta del operador, estación Altamira.
6:10 am – Caseta del operador, estación Altamira.
– Buenos días, me da un simple por favor. – Pedí pasando un billete de 2
bs, lamentando no tener el monto exacto.
Debo admitir que me costó un poco entregar el dinero, como si ese tipejo
que ahora me atendía se lo hubiese ganado por otorgarme un puto ticket amarillo
con franja marrón. Este debería ser un servicio gratuito, para eso hay otras
personas pagando impuestos. Al final mi buen humor del día ganó y, en parte por
no querer buscarme problemas (otra vez), se lo entregué. Nadie dijo que era un
crimen entrar a través de la puerta para personas de tercera edad y
discapacitados, pero aparentemente no es bien visto.
– Te voy a deber la monedita hermano, no tengo ahorita. – Me sonrió a
modo de disculpa, sentí un acceso de ira, ¡se quería quedar con MI dinero el
idiota ese!
– Tranquilo, yo espero por acá. – Con dificultad disimulé mi molestia y
me hice a un lado ignorando su cara de incredulidad, no tenía prisa y no estaba
en mis planes renunciar de esa forma a algo que era mío por derecho.
Pasados un par de minutos empezaba a desesperarme, el operador me hizo
una seña finalmente devolviéndome una de esas pequeñas monedas, me fui sin
siquiera agradecer ni despedirme. Ya no me sentía tan de buen humor.
– Hay gente bastante agarrada en este mundo. – Escuché poco antes de
irme, resoplé ignorándolo, que él sea un mediocre sin visión me traía sin cuidado.
6:00 am – Estacionamiento, Altamira.
6:00 am – Estacionamiento, Altamira.
Apreté el volante del carro, la adrenalina recorriendo mi cuerpo y mis
manos ligeramente sudadas, mi cuerpo podía presentir lo que me venía en el día.
Tenía ganas de tener un botón para adelantar el tiempo hasta ese glorioso
momento en el que me vería ligeramente más rico.
Salí del carro asegurándome de dejarlo cerrado con todas mis
pertenencias de valor dentro, a pesar de encontrarme en un estacionamiento
protegido, nunca estaba de más ser precavido. Agradecí mentalmente haber
encontrado dónde dejar mi tan preciado auto, era una de las cosas que más me
gustaban en el mundo. De los 3 que poseía, este era mi favorito. Es verdad que
tenía un Mustang que era el preferido por muchos, pero ninguno le ganaba a mi
Cruze. Lo único que lamentaba era no poder disfrutarlo diariamente como se
debía, a todo lo que daba. Quizás me tomaría una semana libre la semana que
viene para irme a algún sitio donde le sacara provecho a ese motor.
Guardé la llave en mi bolsillo y me fui silbando una melodía alegre,
mochila en mi espalda. Quien dijera que el dinero no compraba la felicidad
definitivamente no tenía suficiente dinero.
5:30 am – La Castellana.
5:30 am – La Castellana.
– Hijo, levántate que ya tienes que ir a la universidad. – La suave voz
de mi madre me despertó – Ya el desayuno está listo, ¿comerás con tu padre y
conmigo o quieres que te lo traiga a la cama?
– Hola madre, en seguida voy, déjame me doy un baño. – La vida es
bastante buena cuando se tiene alguien que te mime tanto y se asegure de que no
hayan preocupaciones que te perturben.
La escuché salir y esperé un momento antes de levantarme, por si acaso
regresaba. Tenía que preparar todo para hoy y no podía arriesgarme a que ella
viera algo que no le concernía. Me bañé con agua caliente y al salir me vestí
con un conjunto sencillo pero bien arreglado. Por suerte en el trabajo me
pedían vestimenta semi-formal, así podía guardar las apariencias con mis padres.
Saqué mi bolso con la ropa que me pondría más tarde, conseguir esos trapos me
costó entre tanta ropa de marca, menos mal logré rescatarlos de la ropa que
dona mi familia mensualmente.
Ya sentado en la mesa dejé que ellos hablaran entre sí, disfrutando de
mi comida. Muchas cejas se alzaban cuando conocían mi disgusto por las arepas,
¿qué clase de venezolano era? Por suerte mi madre me conocía bien y siempre me
preparaba algo de mi agrado. Esta mañana fueron pancakes, con queso y
mantequilla eran el cielo hecho comida. Tomé eso como un buen augurio. Cuando
presté un poco más de atención a lo que conversaban me enteré que se había
destapado un caso de corrupción enorme en el Tribunal.
– Menos mal nuestro hijo será un abogado inteligente y hará su trabajo
como es, no entiendo cómo alguien podría hacer algo así. – Dijo con tono
primero orgulloso y luego indignado mi madre, siempre tan soñadora ella.
– Supongo que sus motivos tendrán, Dilia, no podemos saber. – Contestó
más sensatamente mi padre, tomando de su café.
En realidad yo opinaba que en los zapatos de esa gente haría exactamente
lo mismo, sería idiota desperdiciar una oportunidad como esa de hacerme con
tanto dinero. De forma muy prudente decidí mantener esa opinión para mí. Ya era
suficiente con el pequeño detalle de haber dejado la carrera hace mucho tiempo.
Algún día se los diría.
– Me voy, se me puede hacer tarde y no sé qué tanto tráfico hay, – me
levanté dejando todo sin recoger – hasta más tarde.
Mi padre me detuvo y me pasó 500 bs, “por si te provoca comer algo”
argumentó. Yo guardé el dinero sabiendo que no lo usaría, pasar hambre ya era
habitual en mí, todo con tal de no gastar dinero en la calle. Esos billetes se
verían mucho mejor en otro sitio.
29 de Mayo del 2014
11:30 pm – La Castellana
¿Qué palabras podría usar alguien para describir lo bien que se siente
tener tanto dinero? Absoluta felicidad era lo más cercano a ese sentimiento
mientras abría el hueco en el colchón y agregaba una docena de billetes más a
la ya enorme cantidad que se encontraban en él. Se despidió sabiendo que mañana
sería uno de los mejores días del mes.
Sí, Pedro López se sentía el chico más feliz cuando se acostó sobre su
cama sintiendo ligeramente el olor a dinero en sus fosas nasales. Sólo él podía
percibirlo en el aire. Aún podía palpar la textura del papel moneda en sus manos. Una
gran sonrisa adornaba su rostro. Sonrisa que poco a poco fue convirtiéndose en
una mueca. En silencio observó el techo sin poder conciliar el sueño.
Su último pensamiento antes de
finalmente dormir fue que debería conseguir un tercer trabajo, así podría producir más dinero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)