sábado, 13 de junio de 2015

De arrullos y demoliciones

El dolor eventualmente siempre llega. Por mucho que retrase ese fatídico momento, por muchas sonrisas que me pinte, sin importar lo rápido que corra, al final termina alcanzándome.

A veces parece una marea suave, como si deseara arrullarme, cual canción de cuna se vuelve casi relajante. Con cada nueva oleada me voy enrollando un poco más, intentando en vano aplacar el dolor. Quizás solo intento desaparecer para no sentirlo más. Vano intento, solo termino siendo una bola de sufrimiento.

En otras oportunidades, en cambio, decide volverse demoledor. Yo soy un edificio y él es la dinamita que desde las bases destruye todo dejando apenas meros escombros de lo que fui. Me viola sin piedad, dejándome sin aire y sin dignidad.

Esa agonía viene en muchas formas, se adapta y muta para hacer un trabajo de la forma más efectiva posible. Sea el día que sea encontrará la manera de doblegarte.

Hoy me hizo suya una vez más, ¿y a ti?

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