domingo, 2 de febrero de 2014

Rhythmica quod Centaurus

Lengua que se mueve rimando y ritmando
nos engendra a ti y a mí, cantando
Lengua que engarza perla y perla, solo ella
baila y nace el sol, la luna y las estrellas.
La escuela me dice dos más dos es cuatro
y el mundo funciona cual teatro
Yo digo que dances al ritmo de mi verso
en este infinito espacio diverso.[1]


Decir que el modernismo es una simple consecuencia o resultado del romanticismo sería errado incluso cuando cronológicamente fue su sucesor y en los ideales modernistas hay un poco de lo romántico; así como hay algo simbolista. El modernismo es autotélico, independientemente de sus influencias encuentra su fin y meta en sí mismo, en palabras de Paz: “(...) un movimiento cuyo fundamento y meta primordial era el movimiento mismo”.[2] También sería incorrecto encasillar el modernismo a un espacio específico porque más bien es un ideal del movimiento. De un movimiento en el ahora universal más que local; “(…) fue una fuga de la actualidad local (…) en busca de una actualidad universal (…)”[3], Octavio Paz. Pero que a la vez parece debatirse entre el pasado, el futuro y el presente sin conseguir su propio tiempo.

El humano lleva la música arraigada en cada fibra de su cuerpo de forma tan evidente que incluso al hablar lo hace con cierto son. Paz lo describe mejor al decir: “(…) el universo es un sistema de correspondencias, regido por el ritmo; todo está cifrado, todo rima”[4] Cada palabra tiene su cadencia y esta puede cambiar con cada paso que demos en una dirección distinta a la que nos encontramos. El modernismo “juega” con este ritmo natural al hablar a través de la poesía dando lugar a una nueva forma de ver la métrica y rítmica; sobre todo a la rítmica. Añade palabras de otras lenguas, rescata otras del propio y así termina con una reforma del lenguaje poético que afectó directamente al ritmo del poema. Octavio Paz escribe: “(…) fue una prodigiosa exploración de las posibilidades rítmicas de nuestra lengua.”[5].

En la poesía de Rubén Darío nos encontramos con esa temporalidad y musicalidad propia del modernismo. Al leerlo se siente como si más que leer se estuviera cantando. Ambas se aprecian en un nuevo espacio que se manifiesta con la palabra y se vale de ella para existir. No necesita de nada más. Así entonces en el “Coloquio de los centauros” Darío nos ubica en 

(…) la isla en que detiene su esquife el argonauta / Del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta / De las eternas liras se escucha—: Isla de oro / En que el tritón elige su caracol sonoro / Y la sirena blanca va a ver el sol (…)[6]

Y a partir de allí es como si el tiempo se detuviera pero a la vez avanzara al ritmo del galopar de los centauros, galope con cada palabra, con cada acento, con cada rima, se va introduciendo en nuestro ser el trotar de los centauros. Hecho que se puede notar a lo largo del poema y sobre todo en la siguiente estrofa de Darío: 

Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros / Alegres y saltantes como jóvenes potros; / Unos con largas barbas como los padres-ríos. / Otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos, / Y de robustos músculos, brazos y lomos aptos / Para portar las ninfas rosadas en los raptos.[7]

Y por otro lado, para recalcar lo melodioso del poema, Darío escribe en todo el poema palabras que recuerdan a la música. Se recalca con palabras como “liras”, “caracol sonoro” y “armonía”, solo en la primera estrofa. Dan énfasis al tema del ritmo en el movimiento modernista. 

Otro poema en el que se puede evidenciar lo rítmico es, precisamente, “Ama tu ritmo”. No solo por el uso de los acentos en las palabras: acciones / canciones, versos / universos; sino también por su tema que, de todos los poemas de Darío, es, quizás, el que trata el ritmo de forma tan explícita. Allí se dice que nuestra alma es una fuente de canciones. Si se une este verso a palabras del propio Darío: “Cada palabra tiene un alma”[8], no sería incorrecto afirmar que cada palabra es en sí misma una fuente de canciones infinitas. Algo que el Coloquio nos corrobora en los versos: “Cada hoja de cada árbol canta un propio cantar / Y hay un alma en cada una de las gotas dal mar”[9]. Donde el árbol y el mar son clara imagen en alusión al lenguaje y como cada uno tiene su propio ritmo; las hojas y gotas entonces insinúan como las palabras poseen su propia capacidad eterna de creación.

Por otro lado, muy importante en el modernismo y presente en la poesía de Darío, está el tema del espacio. Como se dijo anteriormente, este espacio autónomo es así porque se construye a sí mismo casi de forma independiente, gracias a la palabra y al ritmo. Este espacio vive y se encuentra en el poema y pareciera buscar algo superior, cósmico. “(…) la poesía (…) nunca había visto en la naturaleza la morada del espíritu ni en el ritmo la vía de acceso (…) a la reconciliación entre el hombre y el cosmos.”[10] escribe Octavio Paz. Y más adelante Paz también afirma que “El modernismo se inicia como una estética del ritmo y desemboca en una visión rítmica del universo”[11].

Espacio y ritmo van de la mano; uno es el destino y el otro la llave que permite al poema, al poeta y al lector abrir la puerta hacia esa meta. Darío logra abrir esa puerta y nos da la entrada no solo al ubicarnos en una isla de oro sino también bajo el cielo nocturno donde los astros se elevan, en “La celeste unidad que presupones”[12]. El espacio autónomo depende del ritmo para existir y sin un espacio al cual acceder el ritmo pierde todo propósito. 

[1] N. del A.: Creación propia.
[2] Octavio Paz, Cuadrivio, México, Joaquín Mortiz, 1965, p. 839.
[3] Ibid p. 845.
[4] Ibid p. 852.
[5] Octavio Paz, Cuadrivio, México, Joaquín Mortiz, 1965, p. 850.
[6] Coloquio de los centauros, Prosas Profanas, Rubén Darío.
[7] Ibid.
[8] Palabras liminares a Prosas Profanas, Rubén Darío.
[9] Coloquio de los centauros, Prosas Profanas, Rubén Darío.
[10] Octavio Paz, Cuadrivio, México, Joaquín Mortiz, 1965, p. 853.
[11] Ibid.
[12] Ama tu ritmo, Rubén Darío.