lunes, 11 de noviembre de 2013

Un momento de reflexión: Saqueos


A pesar de nunca meterme en esta situación política porque me da asco hay algo que sigue zumbando en mi cabeza. Maduro llamó al pueblo a comprar en las grandes tiendas del país a un precio que según él es el justo tanto para el comprador como para el vendedor. Qué tan cierto sea esto, no lo sé. En seguida la mayoría de la gente de la oposición salió a proclamar que era un llamado al saqueo para los marginales chavistas. No puedo ver cuál es el fallo en la teoría de calcular el precio de acuerdo a como lo consiguieron los vendedores, tomando en cuenta que apenas una semana después de la devaluación ya habían aumentado los precios a cosas que consiguieron sin el dólar aumentado. Repito: no veo el problema en la TEORÍA de esto, a pesar de si en la práctica se lleva a cabo o no.

Entonces, lo que hasta ahora se ha llamado saqueo por parte de los marginales no es más que la posibilidad de conseguir algo a un precio justo. Un televisor que te querían vender a 21.000 bs lo conseguirías a 7.000 bs. (Precios inventados). Pero igual te hacen falta los 7.000 bs para conseguir el televisor, dinero que mucha de la gente pobre NO TIENE. Mi madre es chavista porque cree en eso, así como tú crees en otra cosa. Mi padre es militar porque es la profesión que le tocó realizar. Ambos se matan trabajando. Pero en mi casa no tenemos 40 televisores, 10 laptops, 7 lavadoras ni nada así. Porque no tenemos el dinero que igual hace falta para conseguirlos. Yo te pregunto entonces: ¿Quiénes están detrás del "saqueo"? ¿La gente pobre (chavista o no) que igual no puede conseguir el dinero para esos precios justos, o la gente rica (llámense enchufados del gobierno o niños ricos de la oposición)?

Solo somos marionetas de los que están más arriba de nosotros, no se presten a insultarse entre si porque al final todos estamos en el mismo barco.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El crimen de una madre, el crimen de un hijo

El Rey de reyes regresa victorioso de la Guerra de Troya tras enfrentarse a muchos hombres valerosos. A diferencia de otros compañeros como Odiseo, que requirió otros 10 años de viaje y desgracias, Agamenón logra volver a su palacio con prontitud. Todo para ser vilmente engañado por una mujer que creía fiel a su nombre.

Clitemnestra, mujer de Agamenón, lo recibe con palabras tan hermosas como falsas. Lo acompaña al baño y allí lo envuelve en un velo para luego acabar con su vida. Casi con orgullo habla de su crimen, incluso se atreve a llamarlo su marido cuando ya ella había ultrajado el lecho nupcial con Egisto. Cuando busca defender su obra clama que era lo justo ya que estaba vengando a su hija, “Por la justa venganza de mi hija, por Até, por Erinnis, a quien he ofrecido la sangre de este hombre, no temo entrar nunca en la morada del terror”[1] dice Clitemnestra. Palabras que suenan vacías considerando el destierro de Orestes; la falta de reacción de Clitemnestra hacia la supuesta muerte de su hijo y la forma en que era tratada Electra, en sus propias palabras, por tan abnegada madre: “(…)a mí me tenían alejada, en desprecio y abyección, me echaban de casa como a perro vil(…)”[2].

La reacción de Clitemnestra ante su sueño demuestra lo débil de sus argumentos para acabar con la vida de Agamenón, con miedo envió ofrendas al difunto intentando calmar su culpable mente. Demostrar culpa es demostrar que duda haber realizado una buena acción. Cosa que aunque no reconozca tiene muy en claro la asesina.

La noticia del asesinato de un padre no es una que se pueda digerir con facilidad, menos aún cuando la perpetradora es tu madre. A pesar de no ser mostrado en la obra, el disgusto que le causó a Orestes enterarse de tal desgracia fue tal que se le puede ver al comienzo de “Las coeforas” suplicando a su padre y a Hermes ayuda.

Orestes no se podía quedar de brazos cruzado tras este terrible hecho, no solo porque es su padre el que ha sido asesinado, sino porque es el honor de ambos el que se ve amenazado. Un héroe del calibre de Agamenón que muere, no por la lanza de algún héroe sino por la daga traicionera de Clitemnestra, es algo intolerable. En palabras de Orestes: “No he de soportar, en fin, que los más ilustres ciudadanos que valerosamente derribaron a Troya estén sometidos a dos mujeres”[3]. Un hijo que deja pasar esto sin más lo es, quizás, incluso más. Esto se puede observar cuando Orestes dice:

No le es lícito al hombre mancillado participar de la crátera y de las libaciones vertidas. Rechazado se ve de los altares por la oculta ira de su padre; nadie le acoge; todos le desprecian, y muere, mucho después, sin amigos y consumido por un destino lamentable y horrendo.[4]

Si se suma esto a las terribles promesas del dios Apolo y las súplicas de su hermana Electra, es fácil observar el por qué Orestes tenía no solo un deber moral (consigo, con su hermana y con su padre) sino también divino con el gran Loxias. Solo acabando con la vida de los asesinos podían verse satisfechas todas las partes. Cometido el crimen Orestes busca expiarse. No lo hace porque se sienta culpable, por creer que cometió un error, más bien lo hace porque sabe que es la única forma de presentarse ante Atena y ser juzgado de forma positiva. Como Efectivamente sucede.

La principal diferencia entre ambos crímenes no se trata de bueno y malo. Ambas manos fueron manchadas con la sangre de un ser cercano. Una de ellas fueron movidas por algo noble, el deseo de reivindicación del honor familiar; la otra solo fue una marioneta de la hýbris.
Bibliografía:
Esquilo. Teatro completo. España: Editorial Bruguera S. A., 1976.




[1] Esquilo; Teatro completo; 1° Edición; España, Julio Pallí Bonet; 1976; p. 246

[2] Esquilo; Teatro completo; 1° Edición; España, Julio Pallí Bonet; 1976; p. 260

[3] Esquilo; Teatro completo; 1° Edición; España, Julio Pallí Bonet; 1976; p. 257

[4] Esquilo; Teatro completo; 1° Edición; España, Julio Pallí Bonet; 1976; p. 257

martes, 5 de noviembre de 2013

Una delgada línea

Estoy en esa delgada línea que separa el amor del odio, debatiéndome sobre cuál es el siguiente paso que debo dar. Temo equivocarme y terminar odiándote, más aún temo que termines odiándome. Porque te amo y me amas, ¿verdad?

Estoy en esa delgada línea que separa la felicidad de la tristeza. Acostada a oscuras escucho una triste melodía seguida por una alegre. ¿Cuándo parará? ¿Acaso lo hará? Quiero sentirme mal, llorar y lamentarme de mi miseria, quizás así pueda ser feliz.

Estoy en esa delgada línea que separa la vida de la muerte. Lo pienso y lo analizo, no es lo que debo hacer pero cuan tentador suena esa idea a veces. Estúpido y sin sentido. ¿Lento o rápido? No lo haré pero me divierte pensarlo, saber que existe esa posibilidad.