Si hay un dicho que dice “Todos los caminos llevan a
Roma” bien se podría decir que “Todos los caminos del intelecto llevan a Grecia”.
Cuando comparamos la Grecia antigua con nuestra actualidad es fácil encontrar,
a pesar de las grandes diferencias, también un cierto je ne sais quoi que nos
puede recordar al mundo moderno. Esto se puede lograr solo después de quitarnos
el chip “moral cristiano”, al ver con mayor profundidad esta rica civilización.
Una vez conoces la cultura ya no hay vuelta atrás, es muy posible que termines
cual colegiala enamorada. Una vez aceptados los términos y condiciones ya no
podrás evitar entregarle tu alma a Grecia. Es prácticamente imposible evadirlo
y a veces es mejor no resistirse. Lo bueno es bello y lo bello atrae.
Y así, ya profundamente enamorado de lo griego,
comienza una red de fantasías y fascinaciones. Anhelamos por un segundo
respirar el mismo aire de aquellos héroes nobles, compartir hecatombes, luchar
para salir victorioso y discutir en el ágora. Así de ambiciosa es nuestra
imaginación, nunca nos vemos junto a los plebeyos, siempre estamos con la crème
de la crème. Pero si creemos que eso será fácil estamos muy equivocados. No
basta con nacer en la nobleza para ser noble, ni siquiera ser hijo de un dios
nos asegura nada. Esto apenas es el primer paso. Desde muy joven tienes que
aprender ciertas conductas dignas de alguien de esa extirpe, hay que forjar el
areté a base de palabras respaldadas por acciones.
Una persona cuya areté ya esté en su proceso de formación
debe continuar hasta llegar a su perfección. Solo con grandes acciones y luego
la muerte en una de estas se puede decir que se ha perfeccionado el areté. Y
son estas las que demuestran el amor propio que se tiene como parte del aristos.
Si lo bello es bueno, entonces el héroe que aspira a lo bello está aspirando a
lo bueno. Algo que por derecho se merece, esto es clara muestra de la estima
que se tiene como persona aretéica. ¿Y qué es más bello que la gloria y el
renombre de un héroe que luchó y venció? Apropiarse de la belleza entonces
sería dejar cualquier cosa material y no material para ganarse la gloria, pasar
a la historia.
Apropiarse de la belleza es algo que quizás pueda ser
logrado solo mediante las armas, en una grandiosa acción. Pero parte del
forjamiento del areté antes de ser capaz de poder combatir es educarse para ser
un adulto bueno. Un entrenamiento tanto físico como mental y espiritual. Ser un
héroe es ser una moneda con dos caras, es ser tan bueno en un enfrentamiento
lanza a lanza como en uno en el ágora con las palabras. Como todo en la Grecia
clásica la educación, llamada psicagogia, adquiere también un matiz bello que
no se puede encontrar en la actualidad. Las palabras con las que se educan son
hermosas y artísticamente logran mover al futuro héroe. De la misma forma el
maestro es también casi un artista y se le respeta, a él y sus consejos, como es
debido.
Por esto cuando Atenea en la forma de Mentes da
consejo a Telémaco este lo reconoce como una verdad absoluta. Con sus buenas
formas, dignas de un noble, él escucha todo lo que tiene que decir y al notar
la belleza en sus palabras algo dentro de sí se mueve a aceptarle. Si Atenea
hubiese tomado la forma de un niño y hablado con palabras menos propias quizás
la historia no hubiese ocurrido de la misma forma. Pero al tomar la forma de Mentes,
siendo este un rey, surge ante Telémaco como una figura de mayor sabiduría;
hecho que se confirma en cuanto comienza a referirle la solución a su problema
con los pretendientes de su madre. Buscar imágenes de su padre, confirmar si
está vivo o muerto y actuar con respecto a esto. En general, ponerse en acción.
Al finalizar este consejo Telémaco dice “Me dices estas cosas de una manera tan
benévola … que nunca jamás podré olvidarlas” Allí está la mayor muestra de
belleza en las palabras de Atenea.
Otra vez Atenea, la cual hace figura principal de
educadora en la Telemaquía, esta vez en la forma de Mentor lo aconseja a la
hora de hablar con Nestor. Telémaco, asustado al ser un principiante teme
cometer un error y parecer imprudente o fuera de lugar. Atenea, sabiamente, le
recuerda de donde viene y como esto no pudo ocurrir sin el previo
consentimiento de los dioses. Con este consejo le insta a en parte dejarse
llevar por su mente y la ayuda divina. Además hace énfasis en recordar la
hazaña de navegar, lo cual de por sí ya constituye una gran acción para un chico
que hasta ahora no había hecho nada más que lamentarse en casa por su actual
situación.
La Odisea desde un principio es una gran ironía. Odiseo
es un héroe tan “raro” y tan novelesco que su historia no podía ser de otra
forma. La primera gran ironía de la Telemaquía es la situación del mismo
Odiseo, luego de 10 años de guerra y de ser la mente maestra del plan que pone
fin a esta, termina varado en una isla a manos de una ninfa que se encaprichó
con él. Y tras 7 años es puesto en libertad sin nada en su posesión y aun
perdido lejos de su hogar, de Ítaca. La segunda ironía se encuentra en
Telémaco, impulsado por consejo divino parte a buscar información de su padre.
Pero lo hace a escondidas de su madre, cual muchacho que sale a festejar con
sus amigos luego sin pedir permiso. Duda de su madre y necesita de su padre
pero no hace más que lamentarse.
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