martes, 7 de mayo de 2013

Ser noble, ser héroe


Si hay un dicho que dice “Todos los caminos llevan a Roma” bien se podría decir que “Todos los caminos del intelecto llevan a Grecia”. Cuando comparamos la Grecia antigua con nuestra actualidad es fácil encontrar, a pesar de las grandes diferencias, también un cierto je ne sais quoi que nos puede recordar al mundo moderno. Esto se puede lograr solo después de quitarnos el chip “moral cristiano”, al ver con mayor profundidad esta rica civilización. Una vez conoces la cultura ya no hay vuelta atrás, es muy posible que termines cual colegiala enamorada. Una vez aceptados los términos y condiciones ya no podrás evitar entregarle tu alma a Grecia. Es prácticamente imposible evadirlo y a veces es mejor no resistirse. Lo bueno es bello y lo bello atrae.

Y así, ya profundamente enamorado de lo griego, comienza una red de fantasías y fascinaciones. Anhelamos por un segundo respirar el mismo aire de aquellos héroes nobles, compartir hecatombes, luchar para salir victorioso y discutir en el ágora. Así de ambiciosa es nuestra imaginación, nunca nos vemos junto a los plebeyos, siempre estamos con la crème de la crème. Pero si creemos que eso será fácil estamos muy equivocados. No basta con nacer en la nobleza para ser noble, ni siquiera ser hijo de un dios nos asegura nada. Esto apenas es el primer paso. Desde muy joven tienes que aprender ciertas conductas dignas de alguien de esa extirpe, hay que forjar el areté a base de palabras respaldadas por acciones.

Una persona cuya areté ya esté en su proceso de formación debe continuar hasta llegar a su perfección. Solo con grandes acciones y luego la muerte en una de estas se puede decir que se ha perfeccionado el areté. Y son estas las que demuestran el amor propio que se tiene como parte del aristos. Si lo bello es bueno, entonces el héroe que aspira a lo bello está aspirando a lo bueno. Algo que por derecho se merece, esto es clara muestra de la estima que se tiene como persona aretéica. ¿Y qué es más bello que la gloria y el renombre de un héroe que luchó y venció? Apropiarse de la belleza entonces sería dejar cualquier cosa material y no material para ganarse la gloria, pasar a la historia.

Apropiarse de la belleza es algo que quizás pueda ser logrado solo mediante las armas, en una grandiosa acción. Pero parte del forjamiento del areté antes de ser capaz de poder combatir es educarse para ser un adulto bueno. Un entrenamiento tanto físico como mental y espiritual. Ser un héroe es ser una moneda con dos caras, es ser tan bueno en un enfrentamiento lanza a lanza como en uno en el ágora con las palabras. Como todo en la Grecia clásica la educación, llamada psicagogia, adquiere también un matiz bello que no se puede encontrar en la actualidad. Las palabras con las que se educan son hermosas y artísticamente logran mover al futuro héroe. De la misma forma el maestro es también casi un artista y se le respeta, a él y sus consejos, como es debido.

Por esto cuando Atenea en la forma de Mentes da consejo a Telémaco este lo reconoce como una verdad absoluta. Con sus buenas formas, dignas de un noble, él escucha todo lo que tiene que decir y al notar la belleza en sus palabras algo dentro de sí se mueve a aceptarle. Si Atenea hubiese tomado la forma de un niño y hablado con palabras menos propias quizás la historia no hubiese ocurrido de la misma forma. Pero al tomar la forma de Mentes, siendo este un rey, surge ante Telémaco como una figura de mayor sabiduría; hecho que se confirma en cuanto comienza a referirle la solución a su problema con los pretendientes de su madre. Buscar imágenes de su padre, confirmar si está vivo o muerto y actuar con respecto a esto. En general, ponerse en acción. Al finalizar este consejo Telémaco dice “Me dices estas cosas de una manera tan benévola … que nunca jamás podré olvidarlas” Allí está la mayor muestra de belleza en las palabras de Atenea.

Otra vez Atenea, la cual hace figura principal de educadora en la Telemaquía, esta vez en la forma de Mentor lo aconseja a la hora de hablar con Nestor. Telémaco, asustado al ser un principiante teme cometer un error y parecer imprudente o fuera de lugar. Atenea, sabiamente, le recuerda de donde viene y como esto no pudo ocurrir sin el previo consentimiento de los dioses. Con este consejo le insta a en parte dejarse llevar por su mente y la ayuda divina. Además hace énfasis en recordar la hazaña de navegar, lo cual de por sí ya constituye una gran acción para un chico que hasta ahora no había hecho nada más que lamentarse en casa por su actual situación.

La Odisea desde un principio es una gran ironía. Odiseo es un héroe tan “raro” y tan novelesco que su historia no podía ser de otra forma. La primera gran ironía de la Telemaquía es la situación del mismo Odiseo, luego de 10 años de guerra y de ser la mente maestra del plan que pone fin a esta, termina varado en una isla a manos de una ninfa que se encaprichó con él. Y tras 7 años es puesto en libertad sin nada en su posesión y aun perdido lejos de su hogar, de Ítaca. La segunda ironía se encuentra en Telémaco, impulsado por consejo divino parte a buscar información de su padre. Pero lo hace a escondidas de su madre, cual muchacho que sale a festejar con sus amigos luego sin pedir permiso. Duda de su madre y necesita de su padre pero no hace más que lamentarse.

Quizás deberíamos ser más como un héroe griego en nuestro día a día. Formarnos para conseguir nuestros objetivos, ya no tanto con las armas sino con la palabra. Respetar los consejos que nos puedan dar cuando vengan de personas prudentes y respetar también al consejero que nos supera en conocimiento. Escuchar la voz de nuestra Atenea interna y nunca sentarnos a lamentar lo que nos ocurre. La única forma de cambiar lo que no nos gusta es adoptar una postura heroica, siempre con educación pero exigiendo el lugar que como buenos humanos nos corresponde. Hablar y que nuestras acciones sean consecuentes. Salgamos a la calle a apropiarnos de la belleza, con la sabia psicagogia de nuestros mentores y riéndonos de las ironías que nos presenta la vida.

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