miércoles, 15 de mayo de 2013

Horror Vacui


¿Qué es el barroco? Parece una pregunta muy inocente e incluso fácil si tienes una idea general de la historia del arte. Pero ¿cómo haces si solo tienes una posibilidad para responder bien? Entonces tendrías que saber quién es el que pregunta, ¿estará feliz con tu respuesta vaga y básica de lo que es el barroco? Podrías decir que fue un momento en la línea del tiempo artística, no está del todo mal ni del todo bien. Wikipedia estaría orgullosa, El rincón del vago diría que eres el próximo Einstein. La dura mirada del interrogador dejaría tu alma por el suelo y tu brillante respuesta ya no parecería tan buena. Desesperado exprimes tu cerebro en busca de esa clase de Educación Artística a la cual no prestaste especial atención, nada.

Palabras sin sentido son balbuceadas en un vano intento de súplica, no sabes que va a pasar y eso, quizás, sea lo peor. De repente la obscuridad se adueña de ti, escuchas apenas que te dicen “Descúbrelo” y es lo último que oyes. Silencio total, sabes que estás soltando gritos solo porque tu garganta arde por el esfuerzo pero ni eso puedes sentir. O por lo menos gritas hasta que también eso te es arrebatado, un trapo es vilmente insertado en tu boca callando cualquier posibilidad de exigir que te suelten. Cegado, ensordecido, inmóvil. Luchar ya no es opción, ¿ahora qué? Te recuerdas que sigues vivo y con ese simple motivo respiras tan normalmente como puedes.

Al principio miles de pensamientos sucesivos pasan, una mancha borrosa. Con el tiempo ya la calma se apodera de ti. Sigues pensando porque eso es lo único que tienes, aunque por momento el caos vuelve y otra vez los pensamientos se abarrotan en la mente, llega la lucidez. O algo así. Recuerdos de la vida comienzan a deslizarse con suavidad, unos más claros que otros. ¿Acaso así se sentirá morir? Dicen que toda tu vida desfila frente a tus ojos pero siempre dudaste que fuera así, la muerte no puede ser tan bondadosa como para darte tiempo a recordar tu vida antes de morir, solo mueres y ya. Eso te lleva a pensar en la muerte, más específicamente en lo que pasa después. Tu familia nunca fue religiosa, gracias a dios, por lo cual desde que recuerdas has creído que no hay más allá ni paraíso ni nada. Quizás por eso le temes tanto a la muerte, algo que no admites en voz alta, te asusta morir y que todo termine allí.

Cuando ya tu mente está casi invadida con pensamientos mortuorios intentas rescatar algo bueno, una mirada o una sonrisa, un paisaje bonito, algo que aleje esos malos pensamientos. Aun no mueres, ya tus brazos y piernas son meros sacos que ni puedes sentir y el silencio presiona tus oídos causándote una jaqueca pero precisamente eso te da esperanza. La jaqueca es dolor y el dolor es vida. Piensas en el cielo, siempre te ha gustado verlo aunque no sea algo feliz, tampoco es algo triste. Sobre todo la inmensidad te hace estremecer, pensar que ese millar de pequeños puntos son solo una porción de todo lo que hay allá fuera es, en parte, aterrador así como fascinante. Al lado de todo eso, tu insignificante ser no es nada. Una pequeña hormiga en un mundo de gigantes.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¿15 minutos, una hora, un día? El tiempo parece haberse detenido pero, otra vez, eso es improbable. El tiempo y la muerte no perdonan, ambos te persiguen y hacen de su estadía una cruel tortura. Normalmente escuchar el tic tac de un reloj te saca de tus casillas, odias sentir que te apuran. Pero ahora desearía que ese pequeño sonido fuese consuelo, así podrías decir que el tiempo pasa y ya falta poco para salir de eso. Aunque eso no suena bien tampoco, sigues sin saber la respuesta que en primer lugar te puso allí. Habías olvidado eso, pero tan pronto surge el pensamiento es rápidamente desechado. Hay tiempo para buscarla después. Siempre hay tiempo para hacer lo que podríamos hacer ahora, ¿verdad?

Siempre existió ese temor a la obscuridad y al silencio, a pesar de parecer infantil aún corres al apagar las luces por miedo. ¿Miedo a qué? ¿Miedo a lo desconocido? No, miedo a un desconocido en particular, el vacío. Nunca lo has vivido, no conoces alguien que lo haya vivido, no quieres vivirlo. Una frase de Lezama Lima resuena en tu mente “el vacío envía su primer grafía para quedar como el no aire. El aire que acostumbrábamos sentir ¿ver?”* Es hilarante que eso venga a ti justo ahora; cuando no puedes sentir, ver u oír nada. Pero eso no puede ser el vacío, no te da tanto miedo. Tus pensamientos y pausadas respiraciones te acompañan.

Otra vez tu cerebro trabaja a toda velocidad, rostros y momentos vuelven a desfilar sin compasión. Sientes miedo, más del que habías sentido hasta ahora. Tu cuerpo y tu mente te quieren decir algo pero no logras entender del todo. Solo sabes que no estás muy seguro de querer saber. Y así como todos los pensamientos vienen, con la velocidad del mejor caballo de carreras, así mismo se van. Y con estos se te olvida hasta respirar, por un breve instante no eres nada. Solo una amorfa masa de barro, a merced de cualquier par de manos dispuestas a hacer de ti lo que quieran. Incluso si lo que quieren es dejarte a un lado como ese ente extraño que eres y no eres.

Y en ese momento de claridad, como impulsada por la voluntad de una deidad, tu venda cae. El trapo que fue puesto en tu boca es removido y tu cuerpo es liberado. El aire entra a trompicones, la sangre fluye, la luz cegadora lastima y te hace doler. Dolor, vida, tiempo. ¿Qué es el barroco? Te preguntan sin darte tregua. Con voz ronca respondes: “El barroco soy yo” y eres libre.

*Lima, Lezama. Muerte del tiempo.

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